Una bebida alborotadora
«El vino hace insolente al hombre; las bebidas fuertes lo alborotan; bajo sus efectos nadie actúa sabiamente»(Proverbios 20: 1).
Las bebidas alcohólicas se han convertido en un ingrediente indispensable en las fiestas, inauguraciones, banquetes, reuniones sociales y hasta en las comidas de cada día. La gente se deleita haciendo brindis y saboreando sus copas de vino sin pensar siquiera en que introduce en la sangre un compuesto químico que afecta el funcionamiento del cerebro pocos minutos después de tomarlas, y que con el tiempo perjudica la mayor parte de sus órganos internos. A continuación, mencionamos algunos efectos perjudiciales de las bebidas alcohólicas.
Efectos sobre el cerebro. El alcohol destruye las células del cerebro o neuronas. Aunque el cuerpo puede reparar la mayoría de sus células, no puede hacer lo mismo con las del cerebro. Esto quiere decir que el daño es permanente.
Efecto del alcohol sobre el hígado. La grave enfermedad degenerativa y mortal del hígado llamada cirrosis es ocho veces más frecuente entre los alcohólicos que entre los abstemios.
Efectos del alcohol sobre la sangre. El alcohol aglutina los glóbulos rojos y dificulta su circulación por los capilares, lo que afecta el aporte de nutrientes y oxígeno al cerebro y el corazón, perjudicándolos gravemente.
Efecto del alcohol sobre las glándulas sexuales. El consumo de bebidas alcohólicas termina por producir envejecimiento prematuro (senilidad), incluyendo mal funcionamiento y degeneración de las glándulas masculinas. El gran escritor inglés Shakespeare tenía razón cuando escribió hace cuatrocientos años que el vino «despierta el deseo, pero dificulta su satisfacción», porque el alcohol provoca impotencia.
Además de lo anterior, el alcohol daña los intestinos, el páncreas, los huesos, las manos y los pies. El escritor británico Walter Scott decía: «De todos los vicios, el alcohol es el más incompatible con la grandeza».
Por eso Dios recomienda a jóvenes y adultos: «No te fijes en el vino. ¡Qué rojo se pone y cómo brilla en la copa! ¡Con qué suavidad se resbala!» (Proverbios 23: 31). En cambio, nos exhorta: «En todo caso, lo mismo si comen, que si beben, que si hacen cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10: 31).
Al glorificar hoy a Dios con tus acciones, e incluso con la elección de tus alimentos y bebidas, te preparas para vivir con él por toda la eternidad.