Credenciales y documentos
“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios” (Romanos 1:1).
Pablo inicia su carta a los Romanos presentando sus documentos, de siervo, de apóstol y de apartado.
Pablo como siervo. La palabra “siervo”, en el griego original, es mucho más fuerte que la que usamos hoy. Literalmente significa “esclavo”. Se estima que había unos tres millones de esclavos en el Imperio Romano. El esclavo era considerado un objeto y no una persona. Podía ser comprado y vendido. El esclavo carecía de todo derecho y estaba sometido de manera absoluta al dominio de su dueño.
En el caso de Pablo, no era un amo determinado, ni el César. Era Cristo, el verdadero Señor del Universo, a quien servía en voluntaria elección y amorosa dependencia. Pablo utiliza varias veces esta expresión en sus cartas, incluso la aplica a todos los creyentes que pertenecen a Cristo por haber sido comprados por su sangre.
Pablo como apóstol. En contraste con su anterior credencial, también usa la de “apóstol”. Esto significa que él es enviado como mensajero y con autoridad para cumplir una misión especial. Los emperadores y los reyes tenían sus emisarios y sus representantes. Solo quien había visto al Cristo podía ser apóstol. Pablo vio a Cristo en el camino a Damasco y fue allí que Cristo lo llamó a ser “el apóstol a los gentiles”.
Pablo como apartado. Esto quiere decir “separado de otros”. Cuando era rabí judío, fue apartado como fariseo para las leyes y las tradiciones judías. Pero, cuando se rindió a Cristo, fue apartado para el evangelio y su ministerio. “Evangelio” significa “buenas nuevas”. Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó; y ahora puede salvar a todos los que confían en él.
Para un ciudadano romano, presentarse como siervo o esclavo era algo inadmisible, pero Pablo prefirió presentarse así. Esta credencial, para él, más que un deber era una honra. Desde aquel mediodía en Damasco cuando de rodillas le había preguntado al Señor qué quería que hiciera, siguió haciendo esa misma pregunta todos los días, yendo o no adonde el Señor le indicara, haciendo y dejando de hacer según la voluntad de Dios, ya sea en el camino, en un barco, en una iglesia o en una cárcel.
Con alegría y fe, Pablo fue un siervo para obedecer, un apóstol para misionar y un apartado para vivir en y por el evangelio.
¿Puedes ponerte de rodillas ahora? ¿Puedes elevar tu mente a Dios en oración? ¿Te animas a preguntar: “Señor, ¿qué quieres que haga?” Hazlo ahora. Dios te responderá.