Dios perdona tus pecados
“Nuestras maldades nos dominan, pero tú perdonas nuestros pecados” (Salmo 65:3, DHH).
Saber que Dios perdona a personas que pecan contra él es una gran noticia que nos ofrece el evangelio. Si vamos al álbum de retratos de Dios que encontramos en la Biblia, este en el que aparece como perdonador es el favorito de millones de creyentes.
Dependiendo de la traducción que leamos, se nos dice que Dios perdona nuestras rebeliones, transgresiones, perversidades, culpas, malas acciones e iniquidades; es decir, nuestros pecados. ¿Quién no ha necesitado el perdón de Dios? ¿Quién no se ha sentido con derecho a volver a empezar después de haber experimentado el maravilloso perdón divino? El perdón es determinante en nuestra vida.
Nos gusta saber que Dios nos perdona, sin embargo, al mismo tiempo nos cuesta perdonar a quienes nos ofenden. Es bonito leer en la Biblia que Dios nos perdona, pero no se nos hace tan bonito leer: “Perdónense mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo” (Efe. 4:32, DHH). En nuestra naturaleza habita el deseo de venganza y retribución (ojo por ojo, diente por diente), así que, cuando alguien nos trata mal, nos ofende o se rebela contra nuestros deseos (o sencillamente se equivoca), pensamos que debe recibir lo que merece. Nuestra primera tendencia no es a perdonar, porque para los seres humanos perdonar es antinatural. De hecho, pensamos que perdonar es precisamente lo contrario a lo que hay que hacer con el malo.
La idea de un Dios perdonador nos enseña que Dios habita en santidad, pureza y perfección; por tanto, él no batalla con sentimientos de venganza, ni tampoco siente que lo han maltratado y que es una víctima de la injusticia. Dios no siente el deseo de que a otro le ocurra lo mismo que le hicieron a él. ¡Estas son realidades tan humanas, tan de pecado, tan de un mundo caído! En el ambiente divino, sin embargo, lo natural es el amor, no la revancha. Por eso, cuando Dios tuvo que enfrentar el problema del pecado creó el perdón, para poder amar a seres rebeldes.
El perdón no es algo que Dios necesite darnos para librarse de algún trauma o resentimiento; el perdón divino no tiene que ver con debilidad. Dios perdona porque sabe que es algo que necesitamos nosotros, que somos seres en quienes prevalecen la maldad, la transgresión y la rebeldía. El perdón es algo que solo un Dios poderoso y que no es afectado por el pecado puede ofrecer al pecador. El perdón es la victoria del amor sobre la maldad y el pecado.