Fieles en todo
“Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo” (1 Tim. 3:11, RVR 95).
La fidelidad es una virtud que se aplica a todos los ámbitos de la vida. Quien es fiel se hace acreedor de la confianza de los demás; por el contrario, quien defrauda la confianza de los otros con una conducta infiel, pierde credibilidad. En la fidelidad se encierra todo lo que somos: nuestras palabras (y, cómo no, a veces también nuestro silencio), nuestras actitudes y nuestros hechos. Ser fieles a nuestros valores, deberes y compromisos se traduce en un carácter firme, sin fluctuaciones caprichosas.
Puedo imaginar la actitud de Ester quien, siendo apenas una jovencita, puesta a prueba exclamó: “Y si me matan, que me maten” (Est. 4:16). No fue esta una declaración circunstancial hecha al azar; fue una aseveración basada en la fidelidad a Dios y perfectamente visible en los valores, las creencias y la integridad de Ester ejercidos desde la niñez. Solo así fue posible para ella hacer semejante declaración. Con ella nos dejó un hermoso ejemplo de fidelidad, entereza y valor, sustentado por su apego a los suyos y al amor de Dios que movía su voluntad. ¿Qué te parece si seguimos ese ejemplo, y nos mantenemos tan fieles a Dios como la brújula al polo, aunque se desplomen los cielos?
Una vez se da cuenta de eso, y de la gravedad que tiene, es audaz para retomar la ruta perdida y no se acobarda para dar al pecado el nombre que se merece.
Querida amiga; tú, que caminas como yo en un mundo que todo lo relativiza y donde la línea divisoria entre el bien y el mal se desdibuja en medio de argumentos de hombres, tienes un gran desafío, un compromiso y un deber. Un “así dice Jehová” es el arma más poderosa que posees para derrotar al pecado. Mostrémonos ante el mundo no como quienes aparentan ser buenas mujeres (pues las apariencias engañan), sino como quienes son genuinamente fieles a la Palabra de Dios. Y siendo fieles a Dios, seremos fieles a nosotras mismas también.