La viuda y el muchachito
«Esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir» (Marcos 12: 43-44).
Un terrible terremoto sacudió Alaska hace unos años. Mucha gente llamó a la casa del gobernador pidiendo ayuda. Pero entre todas las llamadas, hubo una carta que le llamó la atención. Era de un niño de diez años que le mandaba dos monedas de cinco centavos cada una. «Si necesita algo más —escribía—, por favor, hágamelo saber». ¡Qué gran ejemplo de fe! Dos monedas no parecen mucho, pero quizás era todo lo que el niño poseía. Era de esas personas que creen que es mejor hacer lo que se pueda, por poco que sea.
Este acto tan generoso y desinteresado nos trae a la memoria la ofrenda de la viuda. Jesús la alabó y afirmó que había dado más que todos los ricos, ya que ellos daban de lo que les sobraba, mientras que ella había dado todo lo que tenía para sobrevivir. La viuda como el niño nos enseñan una lección muy valiosa: la calidad de nuestra relación con Dios definirá el tipo de ofrenda que estamos dispuestos a dar.
Pero ¿qué podemos dar nosotros a Dios, que es el dueño de todo lo que existe? Podemos darle nuestro tiempo, talentos, recursos, amor; servirle en la iglesia local, ayudando a los demás y compartiendo el evangelio; honrarlo con nuestra obediencia a su Palabra y alabarlo con nuestras palabras y con la música.
No importa si somos jóvenes o viejos, ricos o pobres. Lo que importa es que tengamos un corazón dispuesto a darlo todo por Jesús, que dio todo por nosotros. Él nos amó primero y nos salvó por su gracia. Por eso nos llama a seguirlo y a vivir para su gloria. Él promete bendecirnos y recompensarnos en esta vida y darnos la vida eterna.
¿Estás dispuesto a darlo todo por Jesús? Hoy es un buen día para agradecer por todo lo que nos ha dado, mientras dedicamos nuestras vidas a su servicio y le entregamos todo nuestro ser.