Un hermano con una mala actitud
«No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo» (Filipenses 2: 3).
Un día, un joven se encontraba en una entrevista de trabajo para una empresa muy prestigiosa. El entrevistador le realizó algunas preguntas a las que el joven respondió con confianza y entusiasmo. Sin embargo, cuando se le preguntó por qué quería trabajar en esa empresa, el joven cambió su tono y dijo: «La verdad es que no me gusta esta empresa. Creo que sus productos son de mala calidad, sus empleados son incompetentes y su cultura es tóxica. Pero necesito el dinero y sé que puedo hacer un mejor trabajo que cualquiera de ellos».
¿Te has encontrado alguna vez con personas como este joven? ¿Personas que hablan mal de los demás y que se creen superiores? ¿O quizás tú mismo has tenido alguna vez esa actitud?
La Biblia nos habla de un hombre que tenía una actitud similar. Su nombre era Diótrefes y era un líder de la iglesia primitiva. El apóstol Juan advirtió al hermano Gayo acerca de él: «Yo escribí una carta a la comunidad, pero Diótrefes no acepta nuestra autoridad porque le gusta mandar. Por eso, cuando yo vaya le llamaré la atención, pues anda contando chismes y mentiras contra nosotros. Y, no contento con esto, no recibe a los hermanos que llegan, y a quienes quieren recibirlos les prohíbe hacerlo y los expulsa de la comunidad» (3 Juan 1: 9-10).
Diótrefes tenía una mala actitud. Era orgulloso, malicioso y autoritario. No reconocía la autoridad de Juan ni la de los otros apóstoles, y quería tener todo bajo su control. A diferencia de Diótrefes, Cristo nos enseñó a ser humildes, y a servir y amar a los demás. Dios quiere que tengamos la actitud correcta. Debemos reconocer nuestra necesidad de Dios y agradecer por las oportunidades que nos brinda, respetar las autoridades, ser generosos con los necesitados y ser testigos del amor y la gracia de Dios.
¿Cómo es tu actitud? ¿Como la del joven de la entrevista y Diótrefes, que se consideraban superiores a los demás y hablaban mal de ellos? ¿O como la Cristo, que era «paciente y de corazón humilde» (Mateo 11: 29)? Te invito hoy a imitar el modelo de Jesús.
