El fruto de la generosidad
«¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho?» (Salmo 116: 12).
Un joven agricultor había desarrollado una variedad de maíz de excelente calidad, que producía mazorcas óptimas. Con ese maíz, siempre conseguía buenos precios en el mercado. Los vecinos mostraban interés en comprarle la semilla, pero él se negaba a vendérsela.
Un día el agricultor observó que las plantas de maíz cercanas al sembrado de su vecino tenían un aspecto tan malo como las de este último, lo que lo preocupó. Al año siguiente, notó que la zona de maíz de baja calidad era aún más extensa en su campo que el año anterior. Finalmente, el agricultor comprendió que la razón por la cual sus plantas de maíz eran de baja calidad era porque el viento había traído el polen del campo vecino, lo que produjo mazorcas inferiores a pesar de la calidad de su semilla. La solución era clara: si quería seguir produciendo buen maíz, tendría que compartir su buena semilla con su vecino. Así lo hizo, y ambos lograron tener hermosas cosechas.
Este mismo principio se aplica a nuestras vidas. Si somos egoístas y avaros, la vida nos pagará con la misma moneda. Pero si somos generosos, recibiremos múltiples bendiciones que nos harán más felices y prósperos. En palabras del apóstol: «El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha» (2 Corintios 9: 6). Si bien es cierto que no hay manera de compensar todo lo que Dios ha hecho por nosotros, es importante recordar que él valora nuestra gratitud y reconocimiento hacia él. La mejor manera de convertirse en una persona dadivosa es dando. Desarrollar el hábito de dar, incluso cuando no queremos, puede ayudarnos a sentirnos más dispuestos a dar la próxima vez. Dios nos pide que demos precisamente para vencer nuestro egoísmo y codicia.
¿Cómo puedes hacer de la generosidad una parte más importante de tu vida diaria? ¿Qué tal si te comprometes a ser más generoso de manera práctica esta semana? Puedes ofrecer ayuda, compartir tu comida, regalar una sonrisa o una palabra de aliento, o brindar apoyo financiero a alguien que lo necesite. Ser generoso te hará más feliz y te acercará más a Dios, y él te bendecirá abundantemente.