Empatía en acción
“Vayan y aprendan el significado de estas palabras: ‘Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios’. Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mat. 9:13).
“Empatía”es una palabra acuñada por los expertos en relaciones interpersonales, que ha sido definida como “la capacidad de ponernos en el lugar de otra persona”. En torno a ella se han disertado los más elocuentes discursos, lo que ha producido que con mayor frecuencia escuchemos a personas declararse abiertamente empáticas. Quien lo dice se reconoce como alguien capaz de ser sensible y cálido frente al dolor o la situación del prójimo.
La compasión basada en la empatía es una virtud que vemos claramente ejemplificada en la vida de Jesús. Por ejemplo cuando, frente a una multitud hambrienta, desafió a sus discípulos a ser compasivos, diciéndoles: “Dadles vosotros de comer” (Luc. 9:13). “Jesús tuvo compasión” son tres palabras que se encuentran con cierta frecuencia en el Nuevo Testamento (ver Mat. 9:36; Mat. 14:14 o Mar. 6:34). Qué privilegio es poder desarrollar en nuestra vida las virtudes que brillaron en la vida del Maestro.
Las mujeres de Dios no podemos quedarnos en la empatía ante las necesidades de los demás; hemos de hacer algo por ellos. La fría indiferencia no puede ser la vestimenta de nuestro corazón. La compasión debe caracterizarnos; esa compasión que extiende la mano para ayudar, no para juzgar; que se priva de un bocado de pan para darlo al que no tiene qué comer.
La compasión viste al desnudo y alimenta al hambriento; se necesita en los barrios pobres y también en los ricos; la necesitan las mujeres, los hombres, los niños y los jóvenes. Hoy es un buen momento para mirar a nuestro entorno, sentir empatía y pasar a la acción. Al mirarte al espejo de tu propia existencia, busca más allá de la empatía; busca en ti la compasión. Ese es el reflejo que proyecta la auténtica mujer cristiana.