El resentimiento que destruye
«Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad […] y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efesios 4: 31-32).
¿Alguna vez has sentido que alguien te odia sin razón? ¿O que tú mismo guardas rencor hacia alguien que te ha hecho daño? Si es así, sabes lo amargo y doloroso que puede ser el resentimiento. El resentimiento es un sentimiento de enojo y rechazo hacia alguien que consideramos responsable de una ofensa o un daño.
La Biblia nos cuenta la historia de un hombre que tenía un resentimiento tan grande que quiso exterminar a todo un pueblo. Se llamaba Amán y era el segundo en el reino de Persia. Amán era descendiente de Agag, el rey de los amalecitas, un pueblo que era enemigo de Israel desde tiempos antiguos. Los amalecitas habían atacado a los israelitas cuando salieron de Egipto y Dios había ordenado a Saúl que los destruyera por completo. Sin embargo, Saúl acató solo parcialmente la orden divina (ver 1 Samuel 15).
Seguramente Amán había crecido escuchando esta historia y odiaba a los israelitas por haber acabado con su pueblo. Amán no solo tenía un problema personal con Mardoqueo porque no se inclinaba ante él (ver Ester 3: 1-6), sino que cargaba con un resentimiento familiar: su familia (los agagueos) contra la familia de Mardoqueo (los israelitas). Estaba cegado por el odio y no vio que estaba actuando contra la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios había prometido proteger a Israel y puso a Ester como reina de Persia para salvarlos del malvado plan de Amán. Ester intercedió por su pueblo ante el rey y Amán fue colgado en la horca que había preparado para Mardoqueo. Así terminó su vida.
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche afirmó: «Nada consume más rápidamente a un hombre que la pasión del resentimiento». El resentimiento es una trampa mortal que nos aleja de Dios y nos lleva a la perdición.
Y tú, ¿cargas con algún resentimiento que te impide vivir en paz con Dios y con los demás? ¿Qué pasos puedes dar para vencerlo en el nombre de Jesús y buscar la reconciliación con las personas que te han ofendido o que has ofendido? Ora a Dios para que te libere del peso del resentimiento. Él puede restaurar tus relaciones rotas y darte paz.