Envejecer
“Cada etapa de la vida es un homenaje a la existencia, una oportunidad para dar amor y dejar huella”. Pilar Sordo
Hoy vamos a comenzar haciendo un sencillo ejercicio mental. Ponte de pie y céntrate en lo que tienes delante y en lo que tienes detrás. Ahora, responde esta pregunta: ¿Dónde sitúas el pasado, en lo que tienes delante o en lo que tienes detrás? ¿Y el futuro, en cuál de esas dos categorías lo sitúas?
Lo más seguro, como hispana que eres, es que sitúes el pasado detrás y el futuro delante. ¿Por qué? Porque los occidentales tenemos este concepto del tiempo como algo lineal, y nos ubicamos en esa línea mirando hacia delante, a lo desconocido, y dejando atrás lo pasado, lo ya vivido. Ese es el concepto que nos hace creer, por ejemplo, que a la gente mayor es a la que le toca morir, y no a los jóvenes o a los niños; o que la vejez es el gran enemigo a enfrentar (o a evadir, evitar y temer), puesto que es el final del camino, ¿y quién quiere llegar al fin?
Los orientales, sin embargo, tienen el concepto opuesto: para ellos, el pasado está delante porque es lo único que pueden ver, lo que conocen, y de él pueden aprender lecciones de vida gracias a las experiencias ya superadas. El futuro lo ubican detrás, porque es dos cosas: desconocido e incontrolable. Esta mentalidad les permite ver a la gente mayor como valiosa por su sabiduría, y considerarla el mejor referente para las generaciones jóvenes. Para los orientales, llegar a la vejez es un privilegio al que no temen.
No voy a negar que le tengo miedo a la vejez (al fin, soy hispana), a las arrugas, a la falta de productividad, a perder facultades… Y que, por causa de ese miedo, concibo la vejez como la antesala de la muerte dejándome vencer por un concepto mental y cultural. Pero si realmente creo que después de la muerte de este cuerpo hay una resurrección y una vida en una tierra nueva donde no habrá llanto ni dolor porque esta primera etapa de la existencia ya pasó (Apoc. 21:4), ¿no debería ver la vejez (e incluso la muerte) como una culminación deseada? Me parece que sí.
En este, como en otros de los grandes temas de la existencia, me descubro a mí misma cayendo en grandes contradicciones. ¿Y sabes qué? También en este asunto tan vital quiero ser coherente.
“Hay un momento para todo cuanto ocurre: Un momento para nacer, y un momento para morir” (Ecl. 3:1, 2).