Dios nos llama a poner manos a la obra
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ungió para dar buenas nuevas a los pobres, me envió a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar a los cautivos libertad, a los ciegos vista, a dar libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Vuelve a leer Lucas 4:18. Ahora quisiera que dedicaras unos minutos a responder, sobre la base de este pasaje, las siguientes preguntas: ¿en qué consistió el ministerio de servicio de Cristo? ¿A qué tipo de cosas dedicaba su tiempo el Salvador? ¿Cuál era su meta constante? Quiero llevarte a reflexionar sobre lo que necesitamos hacer hoy como iglesia. Lo más importante debe ser detenernos a reconocer que, si el Dueño de nuestra vida y de la iglesia es Cristo, si él es la Cabeza, entonces él debe ser el modelo que sigamos como iglesia. Su ministerio de servicio es nuestro ejemplo a imitar, y ese ministerio se trata de lo siguiente.
De llevar las buenas nuevas a los pobres. Dar el evangelio a los que menos tienen sin ignorar a los más pudientes, así como hizo Jesús, sería un gran avance para la causa de Dios en términos de personas alcanzadas.
De sanar a los quebrantados de corazón. Dediquémonos a ministrar, mediante una ayuda y una preocupación reales, a aquellos que tienen el corazón roto. Detengámonos en cada hogar, en cada banca de iglesia donde percibamos que hay dolor y sufrimiento. Y allí, mostremos la esperanza en Cristo.
De pregonar libertad a los cautivos. Cuántos millones de cautivos de la ignorancia, de la apatía, de los vicios, de la codicia, del egoísmo, de filosofías mundanas, del orgullo o del diablo existen en nuestro entorno. ¿Te imaginas una iglesia valiente y comprometida que trabaje unida para llevarles la libertad en Cristo a esas personas?
De pregonar la vista a los ciegos, es decir, de gritarles a quienes tienen, sobre todo, ceguera espiritual (porque viven en tinieblas), que la verdad los hará libres, que pueden ser curados por el poder de Dios y de su Palabra.
De poner en libertad a los oprimidos, a las personas sobre cuyas vidas el enemigo ha tomado el control. Ellos son hijos de Dios que están encarcelados espiritualmente y necesitan ser liberados.
Si miramos a Jesús, lo que él hizo, las necesidades que identificó y se dedicó a suplir, debemos poner manos a la obra, cada uno sirviendo como sirvió el Salvador, y todos juntos actuando.