Dios: el dueño de nuestros hijos
“Don del Señor son los hijos” (Salmo 127:3).
Nuestro Dios es el centro de toda familia verdaderamente cristiana. En el Salmo 127 se presenta claramente este concepto bíblico: “Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” (vers. 1). “En el pensamiento hebreo, el término ‘casa’ (bait), denota tanto la estructura física como la unidad familiar”.25 Por lo tanto, bien se trate de las paredes de tu casa como de la formación de una nueva unidad familiar, asegúrate de no empezar la construcción sin buscar antes a Dios en oración.
Dentro de la unidad familiar se encuentran, por supuesto, los hijos. La idea de que los hijos son un “don” (o, según otras traducciones bíblicas, un “regalo de Dios” [NTV, NVI]; un “don” [LBLA]; una “heredad”, [JBS]; una “rica bendición”, [DHH]) recibido de Dios, nos obliga a todos los que somos padres a reconocer que esto implica tres cuestiones fundamentales. Veámoslas con detenimiento.
En primer lugar, implica que una responsabilidad nos ha sido conferida. Otra palabra para esto es “mayordomía”. Nuestros hijos no son nuestros, aun cuando todo nos parezca indicar que sí. La verdad bíblica es que nuestros hijos pertenecen a Dios, quien nos los concede para que los cuidemos y los disfrutemos como un tesoro que se nos ha confiado, que nos lo da para que lo administremos y nos hagamos responsables de él. Si hay un ámbito de la vida donde la mayordomía tiene trascendencia y grandes consecuencias, ese ámbito es la paternidad.
En segundo lugar, el hecho de que Dios, a quien pertenecen nuestros hijos, nos los ha dado como don/regalo/herencia/bendición, también nos dice que nos trata con confianza y que nos invita a entrar en sociedad con él para educarlos bien. La paternidad es un privilegio que Dios nos da no para que nos sintamos independientes, sino para que experimentemos como nunca antes nuestra necesidad de ayuda de su parte. No hay paternidad completa si los padres no buscan el auxilio y la dirección de Dios.
En tercer lugar está el hecho de que somos invitados a construir hogares en los que la relación que existe entre los padres y los hijos glorifique a Dios. ¿Es tu hogar un hogar así? Si no lo es, ahí tienes al verdadero Dueño de todo invitándote a ir a él para reconducir tu familia. Porque en vano la edificas si no edifica Dios contigo.
25* Comentario bíblico de Andrews, nota al Salmo 127.
Gracias por el tema, de mucha utilidad, a ponerlo en práctica.