La foto que conmocionó a todos – parte 2
“Señor, ten compasión de mí, pues me siento sin fuerzas. Señor, devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla” (Sal. 6:2).
Los padres de Kim pidieron ayuda a un médico que conocieron mientras la buscaban, y finalmente convencieron a los administradores de un hospital sin fines de lucro especializado en cirugía plástica y reconstructiva que la admitieran. Allí, los médicos pudieron darle a Kim el tratamiento que había necesitado: una transfusión de sangre de su madre, alivio del dolor y desbridamiento diario, la dolorosa eliminación de la piel muerta.
Después de casi seis meses de cuidado constante y fisioterapia para recuperar fuerzas, Kim pudo irse a casa. El dolor era frecuente, sin embargo, en el centro de convalecencia que visitaba, los enfermeros se sentían impresionados por su actitud optimista. Después de más de un año, los dolorosos ejercicios de estiramiento lograron restaurar la flexibilidad de hombro, codos y dedos. Con el constante aliento de su padre, Kim recuperó la sensibilidad en brazos y piernas, y pudo levantar un cuenco sin dejarlo caer. Pronto pudo ir en bicicleta a la escuela y jugar con otros niños.
Kim recuperó el año que había perdido. La guerra continuó. Dos bombas explotaron junto a su casa, una de ellas hiriendo a su tío. Cuando la guerra terminó en 1975, Kim sintió alivio, pero en el caos de la toma de Vietnam del Norte, su casa fue destruida. Se mudaron a una zona urbana muy poblada, a una vivienda que hacía que su modesta casa anterior pareciera lujosa en comparación.
El dolor continuó persiguiéndola. Las células nerviosas dañadas la dejaron muy sensible al calor. Su familia debía mantener hielo a mano constantemente para enfriarla cuando su cuerpo no podía. Dependía mucho de analgésicos, pero no era fácil conseguirlos… ya sabes cómo es un país en tiempos de postguerra. Además, el nuevo gobierno destruyó el templo del Cao Dai que había cerca de la casa de Kim… Ella soñaba con escapar a una nueva vida de libertad.
Continuará…