El Dios que nos ordena ser fuertes y valientes
“¿No te lo he ordenado yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:9, LBLA).
Vedran Smailović, el chelista de Sarajevo, es un músico bosnioherzegovino a quien le tocó atravesar la dura experiencia de vivir una guerra. Como tantos otros, Vedran vivía en Sarajevo cuando la ciudad fue sitiada. El que una vez había tocado en la Ópera de Sarajevo, en las Orquestas Filarmónica y Sinfónica de Sarajevo y en el Teatro Nacional, pasó a tocar ahora en la calle durante el conflicto bélico.
En 1992, Smailović tocó 22 veces en un mismo día el “Adagio de Albinoni” en las ruinas de varios edificios que habían sido destruidos. Lo hizo para rendir homenaje a 22 personas que habían sido asesinadas mientras hacían fila para recibir pan el día 26 de mayo de ese mismo año. A pesar de saber que se estaba convirtiendo así en un blanco fácil para los francotiradores, el chelista de Sarajevo fue firme y valiente, y llevó a cabo su sentido homenaje hasta el final. No solo eso, sino además tocó gratuitamente en funerales durante el asedio; aun cuando los funerales fueron con frecuencia objetivo del fuego enemigo. Dos palabras vienen a mi mente al pensar en la actitud de Vedran Smailović: fortaleza y valentía. Y, por supuesto, eso me remite a Josué 1:9.
En Josué 1:9 vemos un maravilloso retrato de Dios: él es quien nos ordena ser fuertes y valientes; él es quien nos dice “no te acobardes”; y él es también quien nos provee lo único que nos puede hacer enfrentar sin temor a enemigos gigantes: “Porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”; y “si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom. 8:31). La valentía que se espera de ti no es un rasgo que tú puedas desarrollar por ti mismo, sino el resultado de la obra de Dios en ti.
“Tengan mucho valor y firmeza”, leemos en la segunda parte de 1 Corintios 16:13; y en la primera parte de ese versículo leemos cómo se logra: “Manténganse firmes en la fe” (DHH). He ahí la clave.
Querido lector, no sé qué guerra enfrentas hoy, pero estoy aquí para decirte: “Cobra ánimo y ármate de valor, tú que en el Señor esperas” (Sal. 31:24), pues “el Espíritu que es don de Dios, no quiere que temamos a la gente, sino que tengamos fortaleza” (2 Tim. 1:7, NBV).