144 minutos
“Influir sobre otra persona es transmitirle nuestra propia alma”. Oscar Wilde
Hammerli y Montgomery llevaron a cabo un interesante estudio con hombres heterosexuales muy tímidos. Cuando cada hombre iba llegando al lugar donde se realizaría el experimento, se le decía que había retraso y que debía esperar sentado hasta que lo llamaran. A la sala de espera entraba entonces una mujer a la que se le había pedido previamente que sacara un tema de conversación y se mostrara interesada en lo que el hombre decía, con gestos de aprobación.
Doce minutos después de haber iniciado aquella conversación plagada de escucha atenta y gestos y palabras de aprobación, la mujer se iba y entraba otra mujer con el mismo encargo; doce minutos después se iba la segunda mujer y entraba una tercera, y así sucesivamente hasta seis mujeres, todas ellas portadoras de gestos de atención y palabras de aprobación. Tras 72 minutos, el hombre pasaba junto al investigador. Al día siguiente, sucedió lo mismo. Lo que no sabían aquellos hombres era el objetivo del estudio: descubrir qué efecto tendría la actitud de aquellas mujeres sobre la timidez de ellos. El efecto fue radical: se volvieron decididos y comenzaron a tener citas y a sentirse exitosos socialmente. ¡Tras apenas una intervención de 144 minutos!
Seis meses después llegó la prueba de fuego: había que decirles a aquellos hombres previamente tímidos que las mujeres habían sido parte del experimento, y descubrir si saber esa verdad les influiría. La sorpresa fue que no les influyó nada. Durante aquel tiempo habían comprobado los efectos positivos del cambio y sabían que había sido real. Ahora no querían volver atrás, a los tiempos de la timidez y la inseguridad anteriores.
¿Qué es lo que aprendemos de este estudio? Que cuando una persona decide relacionarse positivamente con los demás mostrando interés, atención e incluso admiración, ejerce gran influencia para bien. Lo importante es saber cuáles son las claves para lograr esto de manera sistemática y constante. Para mí, son dos: 1) tener una mentalidad positiva que merezca la pena contagiar. Esto se logra siguiendo este consejo de la Biblia: “Piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza” (Fil. 4:8). Y 2) recordar que “Cristo es nuestro único guía” (Mat. 23:10) y nos llama a ser auténticas como él lo fue, a evitar la superficialidad y a hacer las cosas por amor, no para que nos vean (Mat. 23:5-7). Nuestra conducta ha de ser la correcta por los motivos correctos. Eso es ser influyente. ¿Cuántos minutos debe pasar una persona contigo para que sienta deseos de mejorar?
“La conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios” (Mat. 5:16, TLA).