Por partida doble, ¡sí!
“Dios no es un hombre; por lo tanto, no miente. Él no es humano; por lo tanto, no cambia de parecer. Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir?” (Números 23:19).
Con seguridad, ella suplicaba al Dios eterno por un hijo y parecía que sus oraciones se esñimaban en la atmósfera antes de tocar el trono de Dios. ¿Te has sentido así en alguna ocasión? Tras veinte años de matrimonio, Rebeca aún no veía la promesa cumplida. Dios había prometido a Abraham que sería el padre de multitudes y su descendencia no se podría contar, pero, a sus 160 años, era un anciano sin nietos que perpetuaran su nombre.
Cuán a menudo somos llevados por razonamientos infundados acerca de que Dios no nos escucha o no cumple sus promesas. Hay multitud de corazones llenos de desesperanza por los deseos no cumplidos. Es en medio de esos pensamientos más oscuros cuando debemos clamar a Dios y entregarnos por completo a su voluntad, la cual siempre tiene como fin nuestro bienestar. Dios no se equivoca y el ser humano debe aceptar esto, aún cuando no obtengamos el resultado inmediato de lo que pedimos.
Un día, Isaac oró intercediendo por su esposa y el Señor lo aceptó. Ahora era el tiempo, no antes. En el plan inequívoco de Dios estaba escrito que había llegado el momento de continuar con los hijos de la promesa. Puedo imaginar la alegría de Rebeca al descubrirse embarazada. Los síntomas propios del embarazo se presentaron junto con dolores extraños. En aquel tiempo no existían los ultrasonidos, así que no podían saber de qué se trataba. Tan mal debió sentirse Rebeca, que deseaba la muerte, y entonces fue a consultar al Señor, quien le hizo saber que en su vientre no había tan solo uno, sino dos bebés. ¡Vaya, qué gran noticia!, es el primer registro en la historia acerca de un embarazo gemelar. Nuevamente, Dios cumplió su promesa y, antes de morir, Abraham pudo disfrutar, por 15 años, a sus dos nietos.
En toda la historia de la humanidad Dios nunca se ha equivocado y nunca lo hará. No sé cuánto llevas pidiendo por tu milagro, quizás estás al borde de desistir, quizás tu fe está a punto de desvanecerse. Decide confiar en Dios a pesar de cualquier circunstancia. La buena noticia es que él no llega tarde, llega en el tiempo correcto y todo lo que dice se lleva a cabo.