
Si no cumples, no prometas
“Cuando le hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, porque a Dios no le agradan los necios. Cumple todas las promesas que le hagas. Es mejor no decir nada que hacer promesas y no cumplirlas” (Eclesiastés 5:4-5).
Doña Cleotilde escuchó un sermón el sábado al mediodía con respecto a las ofrendas de las primicias para el Señor y, en ese instante, convencida de lo que se predicaba, prometió al Señor darle su parte de las papayas que estaba por cosechar. Eran doce hermosas frutas colgadas de un débil tronco que parecía que pronto se quebraría por el peso. Doña Cloti salió de casa un fin de semana y cuando regresó encontró la papaya más grande y hermosa tirada en el suelo, en descomposición y comida por los pájaros y ardillas. Al instante, ella exclamó: “¡Ah, Señor, esa era tu papaya!” En ese momento, fue testigo de cómo el papayo se quebraba por la mitad, dejando en el suelo once papayas reventadas e inservibles. Aunque la acción de Clotilde pueda causar risa, es la realidad de muchas personas que hacen promesas a la ligera y después, cuando Dios ha cumplido la parte del trato, se olvidan de cumplir la suya. ¡Qué peligro!
Como testigos reales tenemos a un matrimonio, el cual hizo una promesa a Dios que no cumplió. En el tiempo que los apóstoles comenzaron a predicar el evangelio, después del Pentecostés, el ambiente que se vivía era sumamente armonioso. Las personas tenían en común todas las cosas y nadie padecía necesidad porque todos compartían. Los que tenían casas y tierras las vendían y traían el dinero completo a los apóstoles, quienes repartían entre los hermanos según sus necesidades. Ananías y Safira, al ver que todos los que hacían aquella labor eran ricamente más bendecidos, prometieron también hacer lo mismo; por lo tanto, pusieron en venta una propiedad. Sin embargo, una vez concretada la venta, cambiaron de opinión.
Ananías: ¿No te parece Safira que podríamos quedarnos con una parte del dinero?
Safira: ¿Cómo haremos para que Pedro no se dé cuenta?
Ananías: Fácil, diremos que el comprador bajó el precio y finalmente la vendimos en 150 monedas de plata y no doscientas, como habíamos dicho. Si te preguntan, ya sabes qué decir.
De esa manera, Satanás puso en su corazón el querer engañar al Espíritu Santo y el resultado fue la muerte de ambos.
Hoy es un buen día para cumplir a Dios nuestras promesas.