«¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!» (Luc. 2:14)
¡Por fin ha llegado la Navidad, mi época favorita del año! Me encanta contemplar las decoraciones y sentir la alegría que caracteriza esta temporada. Sin embargo, desafortunadamente, no todos los cristianos disfrutan
de este periodo. Debido a que no conocemos la fecha exacta del nacimiento de Jesús, algunos argumentan que no deberíamos participar en las festividades. Aunque este libro está destinado a meditaciones y no a apologética, me gustaría compartir contigo tres razones por las que podemos celebrar la Navidad y una cuarta razón por la que creo que todos deberíamos celebrarla.
1. El versículo de hoy señala que, cuando Jesús nació, los ángeles celebraron. ¿Te puedes imaginar la escena? El mejor concierto que alguna vez se haya escuchado en nuestro planeta lo presenciaron unos humildes pastores. Dios envió ángeles a cantar y celebrar la encarnación. Por eso creo que esta época se presta para cantar y contar a otros del Niño que nació para salvarnos.
2. Mateo 2 relata cómo los sabios de oriente viajaron cientos de kilómetros para ver «el rey de los judíos que ha nacido» (Mat. 2:2). Nota que ellos no viajaron para presenciar la crucifixión ni a celebrar la resurrección, sino el nacimiento de Jesús. Dios mismo los guió mediante la estrella para que adoraran al Niño y le ofrecieran presentes. Por eso creo que esta época hemos de centrarnos en adorar al Mesías y, en lugar de recibir regalos, este es el mejor momento para yo ofrecerle un presente a Jesús (¿qué tal mi corazón?).
3. Juan 10:22 señala que Jesús participó de la celebración de la dedicación del Templo, que curiosamente se celebra en invierno. Hoy los judíos le llaman Jánuca. Dios no instituyó esta fiesta, sino que comenzó después que los macabeos derrotaron a los seléucidas. Si Jesús no se sintió cohibido de participar en esta celebración, tampoco creo que hoy en día tendría problemas con la Navidad.
4. En esta temporada la gente está más abierta a escuchar el evangelio. Por eso Elena de White dijo que
«es posible valerse de ella para un buen propósito» (El hogar cristiano, p. 416).
Así que, en vez de andar refunfuñando que Jesús no nació el 25 de diciembre, creo que lo mejor que puedo hacer es cantar como los ángeles, llevarle regalos a Jesús como los sabios y aprovechar la época para compartir con otros el mensaje del Dios que se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14).
