Matutina para Adultos | Sábado 20 de diciembre de 2025 | Caro silencio

Matutina para Adultos | Sábado 20 de diciembre de 2025 | Caro silencio

Matutina para Adultos

«Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin» (Mateo 24: 14).

«Si estos callan, las piedras gritarán» (Lucas 19: 40, RVA15).

En 1952 el compositor John Cage escribió una obra musical a la que dio por título 4’33». Este título insólito corresponde, simplemente, a la duración de la pieza, es decir, 4 minutos y 33 segundos. Lo especial de esta composición es que sus tres movimientos no contienen ninguna nota, aparte de la anotación «Tácet»: silencio.

El estreno de 4’33» tuvo lugar el 29 de agosto del año 1952 en Woodstock (Nueva York), y constituyó un sonado escándalo. En efecto: el joven pianista David Tudor entró en escena, saludó al público, se instaló ante el piano de cola, lo abrió, esperó los 4 minutos y 33 segundos y lo volvió a cerrar, marcando así el fin de la actuación. Entretanto, nada. Silencio. Un silencio solo interrumpido por las toses nerviosas de los espectadores… hasta que se dieron cuenta de que no había nada más que esperar y abandonaron la sala protestando, frustrados y enfurecidos.

Lo más chocante es que, gracias a esa «creación», John Cage se hizo mundialmente famoso, fue solicitado para interpretarla en numerosas ocasiones y hasta para grabarla en discos y CD ¡con diferentes instrumentos!

¿Locura? ¿Extravagancia? ¿Genialidad? ¿Burla? Ha habido reacciones para todos los gustos. No es mi intención aquí ni juzgar al artista ni a sus fans, ni discutir sobre las numerosas virtudes del silencio. Mis reflexiones van en otra dirección: hay silencios que pueden ser bienhechores, muy valiosos y hasta caros, pero hay otros muy poco recomendables, porque no aportan nada bueno.

Jesús instó a sus discípulos a compartir el mensaje que él había proclamado a costa de su propia vida: el evangelio no debe ser callado bajo ningún pretexto. Tiene que ser proclamado a todo el mundo para que llegue a toda la humanidad y cumpla su misión, antes de que sea demasiado tarde.

El apóstol Pablo siente tan a pecho esa responsabilidad, que exclama: «¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!» (1 Cor.

9: 16). Y exhorta al joven Timoteo en estos términos: «Te suplico encarecidamente […] que prediques la palabra y que instes a tiempo y fuera de tiempo. Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina, […] cumple tu ministerio» (2 Tim. 4: 1-5).

Cuando la historia parece avanzar a ciegas por derroteros inciertos, no es tiempo de silenciar que Jesús ha prometido volver. Sería un silencio demasiado caro. El mundo necesita más que nunca un mensaje de cordura, de solidaridad y de esperanza.

Inspírame, Señor, para que sepa romper el silencio cuando convenga.

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