Matutina para Adultos | Domingo 21 de diciembre de 2025 | Navidades comerciales

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Matutina para Adultos

«El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!» (Marcos 1: 15, RVC).

En estas latitudes ya estamos en Navidades. En los países de influjo occidental de trasfondo cristiano, sin duda el periodo del año más comercializado. Dentro de esta parte del mundo, para un gran sector de la población —es decir, para todos menos para los pobres— este «tiempo de Adviento» es como un pequeño paréntesis, cálido y luminoso, en medio de un contexto, por lo general, cada vez más frío y oscuro.

Para la mayoría de los que celebran estos días, la gran fiesta gira en torno a dos ritos eminentemente consumistas: comprar regalos para muchos que no los necesitan, y reunirse para comer con personas cercanas, pero no siempre debidamente amadas, en una mezcla de sentimientos en donde entran, a partes variables, el deseo de complacer y el aparente altruismo, con la ostentación y muy diversas formas de disfrute hedonista.

Nuestro mundo secularizado suele olvidar en estos días el presunto objeto de la celebración: la venida al mundo de Dios encarnado en Jesús de Nazaret. «Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo» (Gál. 4: 4, DHH). Olvidan que lo que se celebra es un nacimiento, que debiera ser, como todos, el de un niño esperado con amor y respeto. Un niño que llevaba potencialmente en su persona la esperanza del mundo.

Pero su llegada fue impertinente desde el principio. Porque se trata del nacimiento de un niño judío, pobre y engendrado de madre todavía soltera y nacido casi en la calle en medio de un viaje…

Por supuesto que hoy, a la distancia de casi dos mil años, aquel evento, aquel bebé, aquellas circunstancias, siguen resultando para muchos algo enternecedor.

El problema de los bebés en general, y de este en particular, es que tienen esa imparable tendencia a crecer. Se niegan a seguir siendo pequeños. Empiezan a ignorar los muñecos de peluche; insisten en aprender cosas que sería mejor que no aprendieran, y a decirnos lo que no siempre deseamos escuchar…

Quizá por eso a muchos les gusta recordar con alborozo, pero solo unos días, la Navidad y el niño Jesús… A quien pueden luego guardar tranquilamente en una caja, con el pesebre, el buey y la burra, los pastores y los magos, y los demás adornos navideños, durante un año más, de manera que no les vuelva a molestar, interfiriendo con su vida real.

De ese modo, Jesús sigue siendo para ellos solo un bebé, sin sentirse culpables ni incómodos. Porque así pueden olvidar un año más, sin problemas, lo que hizo, dijo y lo que le hicimos, entre todos, cuando creció.

Señor, no permitas que olvide que viniste a este mundo también por mí.

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