Matutina para Adultos | Lunes 22 de diciembre de 2025 | Loterías

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Matutina para Adultos

«Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y a las riquezas» (Lucas 16: 13, NBLA).

De todos los eventos relacionados con las Navidades en España, quizá ninguno suscite más interés y expectación que el sorteo de la lotería nacional. Tampoco hay ninguno que movilice tanto a sus participantes en la dirección del paganismo. Porque, si bien la natividad conserva todavía cierto carácter religioso para algunos, el sorteo de la lotería es pagano por excelencia, porque de alguna manera celebra y «diviniza» al dinero, al azar y a la suerte.

No en balde la palabra traducida en esta declaración de Jesús como «riquezas» es en realidad el término Mammon, nombre dado al dinero como ídolo. Porque atribuir a Dios lo que se debe a la suerte es bastante arriesgado, ya que es hacerlo responsable de nuestra irresponsabilidad y codicia al invertir el dinero que nos da en lo que no debemos, confundiendo el azar con caprichosas bendiciones divinas. De ahí la vehemente condena de todos los juegos de azar y de la lotería en particular, de parte de Elena G. White.

Lo propio del carácter mágico y pagano es atribuir a fuerzas sobrenaturales arbitrarias todos los hechos azarosos que nos ocurren, tanto la «fatalidad» de las desgracias como los escasos golpes de fortuna. La suerte, el «destino», etcétera, son el «dios» al que millones rinden culto, y al que consagran fabulosas sumas de dinero.

El sorteo de la lotería es la exaltación irracional de una «fe» ciega en un dinero que «nos cae» (como del cielo). Es una forma de culto rendido, de manera sutil e inconsciente, al milenario Mammon, disfrazado de fortuna inocente. Porque la esencia de todos los juegos de azar (incluidos los «religiosos») es la más elemental codicia, una burla del ideal divino de que «más bienaventurado es dar que recibir» (Hech. 20: 35).

Podríamos decir que la «devoción» a los sorteos y la fe en la lotería son casi lo más contrario imaginable a la fe cristiana. Son formas modernas del viejo culto al becerro de oro, que acaban siempre en ruptura de la ley de Dios.

De hecho, el que estos sorteos millonarios se asocien con unas fiestas navideñas, consideradas sagradas, multiplica su efecto de profanación. No veo contraste mayor con ellas que el humilde nacimiento del niño Jesús: el ansia de querer recibir lo más posible frente al don de quien lo dio todo.

Señor, ayúdame a poner más interés en dar que en recibir.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Mauricio Oropeza

    Saludos y bendiciones, por favor qué ha pasado con los audios? No descuiden este hermoso ministerio, gracias.

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