Matutina para Adultos | Martes 23 de diciembre de 2025 | Dios con nosotros

Matutina para Adultos | Martes 23 de diciembre de 2025 | Dios con nosotros

Matutina para Adultos

«Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel», que significa: «Dios con nosotros»» (Mateo 1: 22-23).

Se acercaba la Navidad. Pasear por la parte antigua de la ciudad de Berna era una delicia. Todo el día había estado nevando. Ahora, al caer la noche, el viento había barrido las nubes y en el cielo despejado la luna inundaba de un resplandor azul la claridad de las calles, llenas de luces.

Bien abrigado con mi grueso anorak y mi bufanda, contemplaba la belleza del paisaje, resaltada por la clásica, pero entrañable, decoración navideña, hecha de abetos iluminados colocados simétricamente en todos los balcones de la calle principal. Más allá de los tejados, pequeñas guirnaldas de luces formaban los perfiles de los viejos chalés junto al río, como casitas de juguete de un grandioso belén.

Un pequeño coro de ancianos y niños del Ejército de Salvación entonaba con sus suaves y discretas voces la familiar melodía de una canción reina de estas fechas: «Noche de paz, noche de amor. Todo duerme en derredor…». Y una vaga emoción me embargó, casi nublando mis ojos y dilatando mi corazón. ¡Cuánto me gustaba ese ambiente navideño! ¡Qué placer extraño el de disfrutar de la paz de esa noche, sabiendo que el amor de los míos me rodeaba como un escudo protector, en este oasis suizo, en medio de un mundo en tinieblas!

Mientras disfrutaba arrobado la magia del momento, la caída de un cuerpo por las escaleras al fondo de la calle me despertó de mi ensueño. Un hombre se había desplomado y quedaba tendido sobre la nieve, muy cerca del puente sobre el río Aar. De pronto, todo este escenario me pareció muy frío, triste y sombrío. Mientras apresuraba mi paso para acercarme al hombre caído, otra sombra se me adelantó, y se arrodilló a su lado.

Cuando llegué junto a él descubrí que el frío no había terminado su obra en el hombre caído, que respiraba penosamente todavía. Era evidente que un exceso de alcohol lo había fulminado allí, en plena calle. Mientras el coro del Ejército de Salvación seguía cantando villancicos, ajeno a esta tragedia, este hombre se hundía en la inconsciencia, víctima de las trampas de la soledad y del vino, queriendo escapar sin duda a los fantasmas de sus recuerdos.

Las luces, los abetos, las estrellas, los cánticos… Todo se había esfumado también para mí. Y solo tenía ojos para ver la espalda del socorrista abnegado, doblegado sobre esta forma humana, intentando reanimar el resto de vida que habitaba todavía el cuerpo del anciano caído.

Entonces tomé conciencia de golpe de que ese era el sentido profundo y real de la Navidad: Dios inclinándose hasta nosotros con amor y ternura, para sanar nuestra insensatez, nuestra miseria, nuestra desesperanza y nuestra soledad, y reanimar en nosotros la esperanza de la verdadera Vida.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Mauricio Oropeza

    Saludos y bendiciones, por favor qué ha pasado con los audios? No descuiden este hermoso ministerio, gracias.

  2. Lorena Concepción

    Hola buen día, por favor envíen nuevamente la matutina en audio, jóvenes, adultos y la de mujeres

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