
«Deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado» (Daniel 3:18).
¡Qué distinta habría sido la historia si aquel día en el campo de Dura, el Señor hubiera permitido que Ananías, Misael y Azarías murieran calcinados! Los tres hebreos habrían pasado a la historia como los primeros mártires, héroes de la fe. Sin embargo, una fe tan poderosamente grande no quedó sin recompensa. ¿Te has preguntado durante cuánto tiempo se mantuvieron firmes a su fe, hasta que fueron acusados? La fecha para la dedicación de la estatua llegó y me atrevo a pensar que, a partir de ese día, la adoración al oír los instrumentos, se convirtió en un ritual diario.
Por esos días,de acuerdo a Daniel 3, unos hombres se dieron cuenta que tres altos funcionarios no estaban obedeciendo la orden y, movidos por sus celos, fueron a ver al rey. «Se niegan a servir a los dioses de su majestad y no rinden culto a la estatua de oro que usted ha levantado», dijeron (vers. 12). Me gusta pensar que los amigos de Daniel no fueron probados una vez, sino que por varios días su fe fue puesta a prueba. «¿Es cierto […] que ustedes se rehúsan a servir a mis dioses y a rendir culto a la estatua de oro que he levantado?» (vers. 15). Es decir, habría una próxima ocasión y no sería precisamente una oportunidad exclusiva para ellos sino que, esa próxima vez, bien podía ser parte de un rito de adoración tradicional del pueblo.
Con cuánta frecuencia cedemos a la primera, a la adoración de estatuas que el enemigo pone en nuestro camino. Nuestra falta de cercanía con Dios nos hace dudar de su tierno cuidado y providencia. Una fe débil prefiere ceder un poco antes que perder su vida. Sin embargo, una fe fuerte prefiere perder la vida, antes que ceder un poco.
La respuesta de los amigos de Daniel, «y si no», es una muestra máxima de la fe que no espera solo recibir bendiciones y regalos bonitos de parte de Dios. Una fe fuerte no confía únicamente porque todo lo que le ocurre sea bueno, sino que confía aunque no sepa el final de la historia. Rendir un examen en sábado, tomar una clase el viernes por la noche, ceder a las insinuaciones del jefe para no perder el empleo, son ejemplos de estatuas ante las cuales nos inclinamos como resultado de una fe pobre. La buena noticia es que hoy tú puedes ejercer la fe de los hebreos, si contemplas a Jesús y crees en sus promesas.

