
«Luego Pedro se le acercó y preguntó: ‘Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí?
¿Siete veces?’ » (Mateo 18:21).
«¿Por qué debo perdonarlo? Jamás podré perdonar al asesino de mi hija», afirma una madre, que se consume por el dolor de haber perdido a su princesa. «¿Por qué habría de perdonarlo?», pregunta una esposa cuyo cónyuge la abandonó cuando más lo necesitaba. «¿Por qué tengo que perdonarla?», me dice una mujer que ha sido víctima de estafa por otro miembro de su misma congregación religiosa. Y es que, a pesar de los diversos estudios científicos y religiosos sobre el perdón, en las mentes de las personas heridas, aquello no es más que vaga teoría y palabrerías.
Preocupado Pedro por saber cuál era el límite para poder aplicar un castigo al que le ofendiera, hace una pregunta a Jesús y él mismo sugiere una respuesta. «¿Hasta siete veces?» En todo el capítulo 18 de Mateo encontramos al Maestro enseñando los pasos hacia el perdón y la reconciliación, y Pedro cree haberlos entendido. Pedro suponía que después de perdonar a su ofensor siete veces, la octava vez estaba en todo su derecho de negar el perdón y tomar cartas en el asunto. Sin embargo, la respuesta de Jesús lo deja atónito. Las matemáticas no cuadran, es demasiado para Pedro y su carácter volátil.
Solo hay dos veces que la expresión «setenta veces siete» se menciona en la Biblia. La primera aparición, la encontramos en Génesis 4:24, en labios de Lamec, cuando afirma que se vengará esa cantidad de veces de quien le haga daño. La segunda, la encontramos en labios de Jesús en la respuesta a Pedro (Mateo 18:22).
No obstante contrasta mucho de la intención con que fue dicha la primera vez. Lamec se refirió a la venganza y Jesús se refirió al perdón.
Ya sea que se tome literal o simbólico, el resultado de esa multiplicación no tiene nada que ver con números sino con actitudes. Yo soy quien decide si proceder con una actitud de venganza o con una actitud de perdón. La buena noticia es que la actitud de perdonar solo Dios puede hacerla permanecer en nuestros corazones. Ningún acto de venganza o de rencor podrá jamás proveer la paz que el corazón necesita. Pide hoy una dosis grande de perdón y envíala a quien todavía no has podido perdonar.

