Matutina para Mujeres | Jueves 2 de octubre de 2025 | Diez mil palabrerías

Matutina para Mujeres | Jueves 2 de octubre de 2025 | Diez mil palabrerías

Matutina para Mujeres

«Le agradezco a Dios que hablo en lenguas más que cualquiera de ustedes; pero en una reunión de la iglesia, para ayudar a otros preferiría hablar cinco palabras comprensibles que diez mil palabras en un idioma desconocido» (1 Corintios 14:18, 19, DHH).

Si hay alguien que podía presumir de su conocimiento teológico era Pablo. Sumado a esto, poseía el don de hablar otras lenguas, que podía usar en sus disertaciones. Sin embargo, prefería hablar «cinco palabras» es decir, un tema corto y conciso que fuera comprendido por todos. Aunque es verdad que, al reunirnos a adorar a Dios, debemos hacerlo con regocijo independientemente de la persona que esté detrás del púlpito, también es importante que quien haga la presentación del tema, lo haga con sencillez para que todos puedan

entender. Hay sermones de «diez mil» palabras, como lo expresa Pablo, que las personas no comprenden. En consecuencia, no salen edificadas del culto de adoración.

Referente a los temas y oraciones largas, la escritora Elena de White escribe: «Las oraciones y los discursos largos y prosaicos no cuadran en ningún lugar, pero mucho menos en la reunión de testimonios. Se permite que los más osados y los que están siempre listos para hablar impidan a los tímidos y retraídos que den su testimonio. Los más superficiales son generalmente los que tienen más que decir. Sus oraciones son largas y mecánicas. Cansan a los ángeles y a la gente que los escucha. Las oraciones deben ser cortas y directas». «Se descuida la oración secreta, y ésta es la razón por la cual muchos hacen oraciones tan largas, tediosas y sin valor cuando se reúnen para adorar a Dios».

Las muchas palabrerías denotan poca preparación espiritual y deseo de aparentar tener un amplio conocimiento. Para que una oración o sermón cumplan su objetivo deben estar carentes de palabrerías y llenos de contenido que edifique a la iglesia. Si no es comprendido y si no sirve para instruir, son solo discursos huecos que no cumplen su objetivo. La manera más equivocada de usar un sermón es cuando se mezcla el mensaje con asuntos personales que el predicador pueda tener con algún asistente que está en las bancas. Claramente, un mensaje de este tipo no está inspirado por el Espíritu Santo sino por las propias pasiones. Pidamos al Señor que purifique nuestras palabras de manera que, al orar o al predicar, seamos usadas por su Espíritu para ser de bendición a su iglesia.

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