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«No es un enemigo el que me hostiga; eso podría soportarlo. No son mis adversarios los que me insultan con tanta arrogancia; de ellos habría podido esconderme. En cambio, eres tú, mi par,
mi compañero y amigo íntimo» (Salmos 55:12-13).
Para que pueda ser llamada traición, tiene que venir de adentro, de los cercanos, de quienes de frente juraron amor y lealtad, porque solo se traiciona lo que se prometió cuidar. Así como el salmista fue traicionado por su amigo, a Jesús también lo traicionaron sus amigos. Uno era el tesorero, el que parecía cuidar los intereses financieros del grupo, el único letrado entre los pescadores. El otro, le juró que no lo abandonaría pasara lo que pasara y que incluso lo acompañaría hasta la muerte. Pero cuando vio en peligro su propia vida, huyó
cual cobarde y, horas después, negó conocerle con maldiciones. ¿Ves? La traición viene de adentro y se llama traición porque no se espera.
La traición duele y destruye donde quiera que se presente. Se traiciona el amor de un cónyuge, de una madre, de un hijo, de un amigo o de un hermano. Se traiciona la confianza de un jefe, de un empleado, de un maestro, de un alumno, de una novia y nada vuelve a ser igual. En un mundo donde es difícil encontrar fidelidad ¿pueden hallarla en ti? ¿Es tu persona digna de confianza?
Dios necesita en sus filas soldados cuyos valores sean tan elevados que ningún indicio de traición les llegue al precio. En estos tiempos finales Jesús busca mujeres que sean madres, hijas, esposas, abuelas, cuñadas, tías, sobrinas, cualquier rol o papel que desempeñen, que sean tan genuinas y leales como para confiarles las promesas celestiales. Si por el contrario, has sido víctima de la traición, así sea de un amigo, de un familiar o de tu esposo, la única opción para seguir en la filas del Señor es perdonar, sin guardar raíces de rencor en el corazón. Imitar el ejemplo de Jesús, quien perdonó a sus amigos traidores, es nuestra mejor arma ante quienes nos han hecho daño.
La buena noticia es que Jesús jamás te va a traicionar. Él te dará el valor para perdonar a quienes te han causado dolor. Él también te ayudará para no ser una canal de traición sino de bendición.

