
«Los cimientos eran también de piedra de primera calidad, grandes piedras de cinco y cuatro metros» (1 Reyes 7:10, BLPH).
Lo que antes había sido un edificio grande y bonito, ahora estaba reducido a escombros. Familias enteras perdieron todos sus bienes y unos menos afortunados perdieron la vida al no lograr la evacuación antes del colapso. La pesadilla que se vivió en la ciudad de México tras el sismo del año 2017 dejó hecho polvo decenas de edificios y a innumerables familias en albergues.
Una de las causas del derrumbe se debió a que los edificios no fueron construidos con bases sólidas, según lo reglamentó la ley después del terremoto del año 1985, en la misma ciudad. Muchas de esas construcciones solo fueron remodeladas haciendo de ellas bonitas construcciones en apariencia, pero nada seguras ante un sismo, como fue el caso.
¿Vale la pena poner buenos cimientos? El texto de hoy llama mucho mi atención. ¿Te diste cuenta de qué calidad eran las piedras con las que se construía? De primera calidad. Salomón construyó la casa para su esposa con los mejores materiales y con grandes bloques en las bases.
En la construcción de un hogar, es imprescindible que se construya sobre sólidos principios. Invertir en pequeñas piedras y en materiales baratos, sería lo mismo que construir edificios elegantes que caerán ante las primeras sacudidas de la vida. Dios, en el hogar, debería ser la piedra más grande sobre la cual los padres edifiquen. Vale la pena invertir tiempo en el culto familiar, en los juegos familiares, en la recreación en la naturaleza, en asistir a los cultos. Vale la pena enviar a los hijos a escuelas de la iglesia, pues ellas son una aliada en la base formativa de los niños.
«A los padres les es posible echar para sus hijos los cimientos de una vida sana y feliz. Pueden darles en el hogar la fuerza moral necesaria para resistir a la tentación, así como valor y fuerza para resolver con éxito los problemas de la vida».
Si viéramos en un principio el gran impacto que tendrán las bases en una vida futura, no dudaríamos en invertir en los materiales de más alta calidad. En cada hijo solo tienes la oportunidad de construir una vez; la buena noticia es que Dios puede ayudarte si se lo permites (Salmos 127:1).

