
«Si en tu ley no hallara mi regocijo, la aflicción ya habría acabado conmigo.
Jamás me olvidaré de tus mandamientos, porque con ellos me has devuelto la vida» (Salmos 119:92-93).
¿A dónde iríamos sin las promesas divinas? ¿Qué sería de nosotras, en nuestros momentos de aflicción, si no tuviéramos a quién acudir? Sin duda que, como se expresa en el texto de hoy, la aflicción ya nos habría acabado. La madrugada del 23 de diciembre de 2003, en Palau, Micronesia, el pastor Ruimar Duarte DePaiva, su esposa Margareth y su hijo fueron cruelmente asesinados. Ellos servían a Dios como misioneros en aquel lugar. La hija menor, Melisa, fue secuestrada para luego ser estrangulada y lanzada a un barranco. Por la gracia de Dios, Melisa no murió. La madre del pastor asesinado visitó al homicida en la cárcel y le dijo que el Espíritu Santo podía sanar su mente, si él lo permitía, y que quería verlo en el Cielo junto con su hijo, su
nuera y su nieto. Al ofrecerle el perdón, Rut DePaiva recobró el gozo de vivir. Melisa también encontró el gozo de seguir sirviendo a Dios aferrada a las promesas divinas.
De la ley de Dios emanan maravillosas promesas que están cargadas de vida. Seguir los mandamientos de Dios nos trae gozo aún en medio del dolor y la tragedia. Quien está afianzado en el trono de Dios, pasará victorioso por en medio de la prueba y saldrá más firme, más fuerte y más purificado para el encuentro glorioso con su Señor. «Me has devuelto la vida», dice el salmista y sé que lo dice con sinceridad, pues la ley de Dios es vida para quien ha pasado por el valle de sombra y de muerte. Si vivimos siempre tristes por los embates de la vida, el enemigo se gozará, pues sabe que tiene otra prueba en nuestra contra para presentar ante Dios ya que la tristeza no proviene del Espíritu Santo.
Querida amiga, no sé cual haya sido tu momento más doloroso, pero quiero recordarte, con la promesa del texto bíblico de hoy, que la tristeza no puede acabar contigo si le permites al Señor que te devuelva la vida y el gozo de vivir. La buena noticia es que lo hizo con el salmista, lo hizo con Rut y Melisa, lo hizo conmigo y lo hará contigo hoy.

