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«Los principales sacerdotes y todo el Concilio Supremo intentaban encontrar testigos que mintieran acerca de Jesús para poder ejecutarlo. Sin embargo, aunque encontraron a muchos que accedieron a dar un falso testimonio, no pudieron usar el testimonio de ninguno. Finalmente, se presentaron dos hombres y declararon:
‘Este hombre dijo: «Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días» ‘ » (Mateo 26:59-61).
«El que lee un texto, sin leer el contexto, lee por puro pretexto». Aunque era muy pequeña cuando escuché esta frase, su rima hizo que permaneciera en mi memoria. A medida que el tiempo pasó, la vida me hizo comprender cuánta verdad hay en dicha expresión.
Las palabras dichas por Jesús en Juan 2:19, «destruyan este Templo y en tres días lo levantaré», estaban siendo utilizadas en su contra como una amenaza a la construcción del glorioso templo del que se mofaban los judíos. Cuán lejos estaban de la verdad, pero usaron esa declaración para acusar a Jesús de blasfemia.
Tergiversar significa «dar una interpretación errónea o falsa a algo». Es decir, dañar una verdad, sacar de contexto una declaración con el objetivo de confundir y causar problemas. Esta es una de las armas que más resultado ha dado al enemigo cuando de la Palabra de Dios se trata. Desde el principio tergiversó la orden de Dios de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. El enemigo no inventa nuevas ideas, sino que usa las de Dios de forma incorrecta para confundir a la humanidad. Una mujer que tergiversó vilmente la verdad para dañar a otro fue la esposa de Potifar. Era verdad que José estuvo en su recámara, era verdad que sus ropas quedaron en manos de ella, pero era falso que José quiso abusar de ella.
Querida amiga, oremos a Dios para que su Espíritu Santo nos guíe siempre hacia la verdad; que nuestras palabras sean verídicas sin tergiversación y que cada palabra en las Sagradas Escrituras sea comprendida en nuestra mente con el propósito para el cual fueron escritas. Que la prudencia en nuestro hablar no deje palabras entredichas, sino que con toda firmeza estemos siempre dispuestas a ser veraces. Satanás es el padre de la mentira, pero la buena noticia es que Dios es el Padre de la verdad y él nos conducirá hacia su verdad. ¿Hija de quién decides ser?

