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«Por lo tanto, el Señor, Dios de Israel, dice: ‘Prometí que los de tu rama de la tribu de Leví me servirían siempre como sacerdotes. Sin embargo, honraré a los que me honran y despreciaré a los que me menosprecian’ » (1 Samuel 2:30).
No me imagino a Dios diciendo: «Esto se acabó, yo honro a los que me honran y humillo a los que me desprecian». Sin embargo, es real y bastante justo tomando en cuenta todas las bondades que recibimos de él. A pesar de ello, algunos abusan de su gran corazón y piensan que pueden jugar a ser cristianos, sirviendo un poco a Dios y a su enemigo al mismo tiempo. En el pasado, Dios eligió a un pueblo para que proclamara su poder y, por medio de ellos, se manifestara al mundo.
Recién salidos de la esclavitud de Egipto, el Señor había apartado para un ministerio sagrado a los varones primogénitos de la congregación, pero estos fueron desechados cuando adoraron al becerro de oro (ver Números 3:12). Literalmente, Dios dijo:»Esto se acabó». Pero hubo una tribu que no participó de la adoración al becerro que Aarón hizo y Dios los eligió para honrarlos. «Ahora, en vez del primogénito de todo Israel, el Señor escogió a la tribu de Leví para la obra del santuario». «Dios había honrado a los levitas para que prestaran servicio en el tabernáculo porque no tuvieron parte en hacer y adorar el becerro de oro y debido a su fidelidad en ejecutar la orden de Dios sobre los idólatras» (ver Éxodo 32:26-29).
Esto nos confirma que con Dios no se juega. Él nos ha escogido para prestar un servicio activo a favor de la humanidad. Nos ha llamado para brillar y ser luz en medio de las tinieblas. Pero si no estamos realmente comprometidas con la misión, sin duda que él, con su autoridad, puede desecharnos y elegir a alguien más que sí tenga compromiso y fidelidad para cumplir la misión.
El Señor está dispuesto a honrarnos, a hacernos antorchas vivas que lleven su mensaje de amor y salvación al mundo. ¿Habremos de perdernos de todos esos privilegios y ser humilladas por Dios debido a nuestra fe vacilante e incrédula? Mantengamos firme nuestra fidelidad a Dios en medio de este mundo cada vez más carente de fe y conservaremos la honra de Dios en nuestras vidas.


¡Gracias mi Amado Dios por tu misericordia y amor!, pido por la presencia del ESPÍRITU SANTO en nuestras vidas, para que en el NOMBRE SAGRADO DE NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO; podamos día a día, cada vez más, ser fiel y confiar en NUESTRO AMADO DIOS.