
«Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse» (Mateo 5:14).
Imagina una habitación oscura con una sola lámpara, irradiando su cálido resplandor. Esta vívida imagen es similar a la parábola del candelero que Jesús compartió. Nosotros también, como seguidores de Cristo, estamos llamados a ser luz en un mundo a menudo lleno de oscuridad. A través de nuestras acciones y palabras, podemos iluminar la vida de quienes nos rodean y brindar esperanza e inspiración. Veamos qué implica ser una luz en este mundo.
Brillar con fuerza. En la parábola del candelero, Jesús nos anima a ser una ciudad sobre una colina, imposible de ignorar. Deja que tu luz brille a través de tu bondad, tu compasión y tus buenas obras, y produzca así un impacto en la vida de los demás.
Ser firme. Jesús continúa advirtiéndonos que no escondamos nuestra luz debajo de una canasta, sino que la coloquemos sobre un soporte. Esto significa que debemos mantenernos firmes en nuestra fe, sin permitir que las preocupaciones mundanas oscurezcan nuestro resplandor espiritual. Mantén un compromiso inquebrantable con el evangelio.
Reflejar la luz de Cristo. En el Evangelio de Juan, Jesús declara que él es la Luz del mundo. Nosotros, como sus seguidores, debemos reflejar su luz sobre los demás. Así como un candelero refleja el resplandor de la lámpara, nuestra vida debe reflejar la luz de Cristo. Busca ser un canal de su gracia, amor y esperanza.
Al profundizar en la parábola del candelero, recordamos nuestro propósito como creyentes. Fuimos llamados a brillar intensamente, a permanecer firmes y a reflejar la luz de Cristo en un mundo necesitado. Así como
una sola lámpara puede disipar la oscuridad, nuestra fe, iluminada por la verdad divina, puede traer esperanza y transformación al mundo.
Oración: Querido Dios, ayúdame a reflejar la luz de Cristo, compartiendo tu amor con aquellos con quienes me encuentre hoy.

