«Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco, para que al regresar pudiera reclamar los intereses?» (Lucas 19:23).
Sam era un propietario diligente y fiel a quien se le confió el cuidado de una hermosa propiedad. Su gestión se caracterizó por la responsabilidad y el cuidado. Siempre velaba para que la casa y sus alrededores estuvieran en excelentes condiciones. Veía esto como su manera de servir al Señor, ya que la propiedad era un regalo y una responsabilidad.
La parábola del dueño de casa nos enseña acerca de la importancia de la mayordomía. Así como a Sam se le confió la propiedad, nosotros somos mayordomos de los recursos, el tiempo y los talentos que Dios nos ha dado. Nuestra responsabilidad es gestionarlos sabiamente.
Al igual que el siervo que invirtió lo recibido para ganar más, Dios quiere que utilicemos los recursos que nos ha dado de manera efectiva. Podemos usar nuestros dones a fin de multiplicar las bendiciones para el Reino
de Dios, ya sea a través de nuestro tiempo, recursos financieros o habilidades.
También es importante recordar que somos responsables de cómo gestionamos lo que se nos ha dado. Al final, tendremos que responder por nuestra mayordomía, y nuestra meta debe ser escuchar: «¡Hiciste bien, siervo bueno!»
La parábola del dueño de casa ilustra la importancia de la mayordomía fiel y la administración sabia de lo que Dios nos ha confiado. Es un recordatorio de que nuestras acciones deben reflejar nuestra fe y de que debemos esforzarnos por multiplicar las bendiciones para su gloria.
Oración: Señor, ayúdame a ser un fiel mayordomo de los recursos y los dones que me has dado.
