«Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza, nuestra segura ayuda en momentos de angustia» (Salmo 46:1).
Abordar el tema del suicidio es crucial, y a través de la luz de la Escritura, encontramos fuerza y esperanza incluso para los momentos más oscuros. Valoramos la vida como un regalo divino. Génesis 1:27 nos recuerda que somos reflejo de la imagen de Dios; fuimos creados con propósito y valor intrínseco. Reconocemos que cada respiración es una oportunidad para experimentar su gracia y su amor.
En la angustia, no estamos solos. Salmo 34:18 nos ofrece el consuelo divino, y nos asegura que Dios está especialmente cerca de los quebrantados: les ofrece salvación y refugio porque su compasión es inagotable. Compartir nuestras luchas es vital. Gálatas 6:2 nos exhorta a sostenernos unos a otros. En la vulnerabilidad de compartir nuestras cargas, hallamos el alivio del acompañamiento y la solidaridad humana y divina.
Isaías 40:31 es un recordatorio de la promesa de renovación. Esperar en el Señor nos lleva a encontrar nuevas fuerzas, especialmente cuando las nuestras parecen desvanecerse. Jesús, la Luz del mundo según Juan 8:12, promete iluminar nuestros caminos más sombríos. Su presencia nos guía hacia la esperanza y la paz, y disipa las sombras del desánimo.
En Jeremías 29:11 encontramos la promesa de un futuro de esperanza. Dios tiene planes para nuestro bienestar. Este es un recordatorio de que, a pesar de las pruebas, su amor y su propósito para nosotros son firmes. La sabiduría de buscar consejo está respaldada en Proverbios 15:22. En tiempos de crisis, buscar el apoyo de profesionales de la salud mental es un acto de coraje y un paso hacia la sanación.
Todos los que están luchando deben saber que no caminan solos. Dios está presente y hay una comunidad dispuesta a apoyarlos. Si te sientes abrumado, habla, alza la voz, busca ayuda, porque tu vida tiene un valor incalculable.
Oración: Dios de amor: proporciona tu guía y tu consuelo a los que batallan con la desesperación.
