
«Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes –afirma el Señor–, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11).
Estas fechas son un momento perfecto para reflexionar sobre el propósito que Dios tiene para nuestra vida. La temporada navideña nos recuerda que Dios envió a su Hijo, Jesús, para cumplir un propósito divino: traer salvación y esperanza al mundo. Y, así como Jesús tuvo un propósito específico al venir a la Tierra, cada uno de nosotros tiene un propósito en la vida.
La historia de la Navidad nos muestra cómo Jesús, desde su nacimiento, estaba cumpliendo un propósito mayor. Él vino al mundo para redimirnos, mostrar el amor de Dios y darnos la esperanza de una vida eterna. En medio de la alegría y las festividades, recordemos que Jesús es el regalo más grande de todos, y que su venida cumple un propósito eterno.
A medida que entramos en el nuevo año, reflexionemos sobre nuestro propio propósito en la vida. Este es
un buen momento para hacer una pausa y preguntarnos: ¿Cuál es mi propósito en este mundo? ¿Cómo puedo utilizar mis talentos y mis habilidades para honrar a Dios y servir a los demás el próximo año?
Para encontrar la respuesta a estas preguntas, podemos comenzar buscando a Dios en oración y reflexión. Pídele a Dios que te revele su plan para tu vida. Examina tus dones y lo que te apasiona, y considera cómo puedes utilizarlos para marcar la diferencia en tu comunidad y en el mundo.
La Navidad es un recordatorio de que Dios envió a su Hijo con un propósito divino, y el nuevo año es una oportunidad para renovar nuestro compromiso de vivir de acuerdo con el propósito que Dios tiene para nosotros. Caminar con propósito significa confiar en Dios en cada paso del camino y buscar su dirección en todo lo que hagamos.
Oración: Señor, gracias por enviar a tu Hijo Jesús a esta Tierra. Ayúdame a tener en claro cuál es mi propósito en esta vida y cómo puedo honrarte al cumplirlo.

