Matutina para Adultos, Viernes 02 de Julio de 2021

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Bendecidos por el Padre

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3).

¡Cuántas bendiciones nos concede el Padre! Veamos:

1-Somos escogidos. Algunos confunden e interpretan mal este tema. Sostienen que, si la elección es de Dios, nosotros no tenemos nada que hacer. Lo que está claro es que la salvación comienza en Dios. La iniciativa es de él. No somos nosotros los que buscamos a Dios, es Dios quien nos busca a nosotros. La salvación es por gracia y el pecador responde a esa elección de Dios de manera voluntaria. 

Por un lado, la soberanía divina buscando salvar; por el otro, está la respuesta y la responsabilidad humanas. La elección es un acto soberano del Dios eterno. Dios inició una cascada de bendiciones espirituales en lugares celestiales. La elección constituye la base de todas las demás bendiciones espirituales. Nuestra elección ha sido con el propósito de poner a los elegidos aparte del resto del mundo y dotarlos de cualidades espirituales santas y que los distinguen del mundo, los identifica como pertenecientes a Dios y son enviados como instrumentos de salvación a todos los pueblos.

2-Somos adoptados. Todos somos predestinados para la salvación; es decir, la salvación nos es ofrecida a todos. Dios no predetermina quiénes serán salvos. La adopción tiene un tiempo presente y uno futuro. Entramos en la familia por la conversión y el Señor nos recibe como hijos adultos con todos los derechos de la herencia. En el futuro, la adopción se realizará en el regreso de Cristo, cuando seremos glorificados. 

3-Somos aceptados. No somos nosotros los que nos hacemos aceptos. Es Dios quien nos acepta. La base, tanto de la elección, como de la adopción y la aceptación es el amor de Dios. Nuestra respuesta a ese amor tiene que ser también con amor. 

Estas tres bendiciones del Padre tienen como propósito sacarnos de la muerte y llevarnos a la vida. Ricardo Palma lo expresó así en su poema “¿Quiénes son los muertos?”

No son muertos los que en dulce calma la paz disfrutan en la tumba fría.// Muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.

No son muertos los que reciben rayos de luz en sus despojos yertes.

Los que mueren con honra son los vivos,// los que viven sin honra son los muertos.

La vida no es la vida que vivimos.//La vida es el honor, es el recuerdo.

Por eso hay muertos que en el mundo viven// y hombres que viven en el mundo, muertos.

¡Gracias, Padre, por tus bendiciones que me llevan de mi muerte a tu vida!

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