Todo lo que hay en mí
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:20, 21).
Pablo dice todos tenemos un antes y un después. El encuentro con Cristo marcó la vida del apóstol para siempre y puede marcar también la nuestra.
Antes, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Nos encontrábamos bajo la ira de Dios, ira que no es enojo sino justicia. Además, escuchábamos y seguíamos los dictámenes del mundo, con sus locuras e incoherencias. Éramos esclavos de Satanás; por lo tanto, seguíamos nuestros deseos y pensamientos pecaminosos.
Después de tener nuestro Damasco, experiencia que debe ser renovada cada día, somos reavivados por Cristo y su Palabra. Aceptamos la misericordia de Dios, manifestada para nuestra salvación. Somos hechos hijos de Dios y nos transformamos en testigos fieles y misioneros de Cristo y su verdad.
Por esto, Pablo dice que lo abundante de Dios es mucho más abundante de lo que pedimos. Por eso tributaremos a Cristo gloria para siempre.
En cierta oportunidad Elena de White expresó su alegría porque podemos ir a Dios con fe y humildad, estrechando vínculos de intimidad con Jesús, de tal manera que podemos decir: “Yo sé a quién he creído” (2 Tim. 1:12). El Señor es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, pero “nuestro corazón frío y carente de fe puede ser reavivado en sensibilidad y vida […]. Sigamos las huellas del Hijo de Dios” (El ministerio médico, p. 267).
El renombrado evangelista Dwight L Moody (1837-1899) nunca fue un pulido y destacado orador. Tenía poca instrucción académica y jamás había asistido a un colegio superior. Sin embargo, fue un poderoso predicador y el ganador de almas más famoso de sus días. En cierta ocasión le preguntaron cuál era la base de su poder, y él respondió: “El Señor tiene todo lo que hay en mí”.
Es inexplicable que, mientras que el Poderoso e Infinito quiere darnos cada vez más abundantemente, el frágil y finito pretenda vencer con cada vez menos del poder divino.
¿Cuánto de tu “todo” le darás a Dios?