En el seno de mi alma
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isa. 26:3).
Warren Cornell, un ministro metodista, se sentó en su tienda. Estaba participando en un congreso de evangelismo y había dedicado un rato a meditar profundamente en una idea que ocupaba su mente. Se dispuso a escribir un poema, escribió las estrofas de este himno, se levantó y se fue. No se dio cuenta de que había dejado caer el papel al suelo.
George Cooper, otro pastor, entró dos horas más tarde a la tienda y encontró el papel. Quedó fascinado con el tema y las estrofas. ¡Era justo lo que él había estado pensando también! Decidió completar el poema y luego se sentó al órgano para componer la melodía con la que siempre se ha cantado este himno.
Si el pastor Cooper no se hubiese agachado al entrar a la tienda, este himno podría haberse perdido en un cesto de basura.
Las tres primeras estrofas fueron escritas por Cornell, hablando en primera persona sobre la experiencia de la paz con Dios, la quietud, la calma, el don celestial como un tesoro eterno, el consuelo y el descanso. Pero la última estrofa, escrita por Cooper hace una invitación al oyente a que participe de esa misma paz.
Uno de los primeros velorios en los que participé fue muy impactante. Además de ser niña y no haber estado tan expuesta a la muerte, el espectáculo era terrible. Una mujer lloraba a los gritos y se aferraba al féretro. Todo era sombrío, silencioso y desolador.
Pero los últimos velorios en los que he estado han sido dentro de una comunidad cristiana, donde la esperanza en la Segunda Venida hace que el tinte de estas tristes despedidas sea más un momento para reflexionar y agradecer que para perder el ánimo.
En nuestros velorios hay cantos, luz, consuelo y apretones de mano y palmadas en la espalda a los familiares de personas que tuvieron una buena vida. Hay tristeza, por supuesto, pero no hay desesperanza y desesperación. Reina, como dice el himno, una calma infinita que solo pueden los amados de Dios comprender.
Hoy te propongo que escribas algún mensaje de esperanza, o copies algún versículo o poema inspirador, y lo dejes a propósito en el banco de una plaza o en un transporte público o en la mesa de un restaurante. Podemos ser agentes silenciosos de un mensaje precioso.