Alaba, alaba, siempre alaba
“¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y Salvador!” (Sal. 42:5).
Su hermoso canto es mi despertador por las mañanas; y comienza cuando los primeros rayos del sol se anuncian al amanecer. Proviene de una pequeña avecilla con el plumaje de un color rojo intenso en la cabeza y en parte del pecho. No solo su canto es bello; toda ella es hermosa. Su presencia me invita a vivir el día volando alto y buscando el sustento con la confianza puesta en Dios. Pero no todos son días de amaneceres alegres… También existen las tardes nubladas.
Una tarde, el cielo comenzó a llenarse de nubes grises, y los truenos y los rayos anunciaban una gran tormenta. Cuando la lluvia se intensificó, me acerqué a la ventana de siempre y… ¡sorpresa! Allí estaba, en medio de la tormenta, mi amiga, la avecilla de cabeza y pecho rojos, parada en una frágil rama. Con la cabeza alzada y el pico abierto bebía de la lluvia que caía del cielo. Cuando sus alas mojadas pesaban demasiado, las abría y las sacudía vigorosamente para seguir gozando de la tormenta. Al cesar la lluvia, el ave abrió sus alas y salió volando. ¡Qué gran lección me dio! Fue la mejor escenificación de un ejercicio de confianza durante los tiempos de tormenta.
Entonces, vino a mi mente la declaración bíblica: “No tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos” (Mat. 10:31). Estas palabras, unidas a la imagen que podía disfrutar desde mi ventana, vinieron a recordarme que, aunque la tormenta arrecie, Dios tiene el control y fortalece nuestra fragilidad. Su deseo es darnos descanso y paz; y, por eso, podemos alabarlo siempre, incluso en medio de la tormenta.
Si estás pasando por una dura prueba en estos momentos de tu vida, te invito a llevar a cabo los siguientes actos de alabanza:
Levanta la mirada hacia Dios, aunque ahora mismo las nubes no te permitan verlo.
- Confíale tus penas al Señor.
- Deposita tus temores en él.
- Ten la convicción de que estás más segura en sus manos que en las tuyas.