“Sus hijos y su esposo la alaban y le dicen: ‘Mujeres buenas hay muchas, pero tú eres la mejor de todas’ ” (Prov. 31:28).
Hace un tiempo, trabajando con un adolescente en terapia, le pregunté cuál era su mayor miedo. Le di una hoja de papel y un lápiz, y le pedí que me lo dijera sin palabras, a través de un dibujo. Esperó unos segundos; luego, con mucha decisión, se inclinó sobre la hoja de papel y con fuerza comenzó a dibujar. Las líneas eran rectas y muy marcadas. Al final, me entregó su dibujo, al que había titulado “Caer en el hoyo”. Levantó su rostro y me dijo: “Cuando mi mamá me maltrata, es como si cayera en un hoyo negro”, y guardó silencio. Tomé su mano y le di un pañuelo para que secara las lágrimas que mojaban sus mejillas.
Ser madre es un gran privilegio, pero también implica responsabilidad, dominio propio, paciencia, control de las emociones y muchas veces superar el cansancio que nos producen los quehaceres del hogar y que detona mal humor e irritabilidad. La crianza de los hijos puede ser agotadora aun teniendo la colaboración del padre; solo dependiendo de Dios podremos realizar esta tarea, que la mayoría de las veces asumimos por voluntad propia y deseo personal.
Caer en el pozo oscuro de la incomprensión, la intolerancia, el repudio constante, los reclamos, la rigidez, los golpes físicos y los golpes emocionales de una madre es un arma letal que puede destruir la naturaleza infantil y hacer crecer en el interior de un hijo rebeldía, agresividad, enojo y rencor, así como dar al mundo un hombre o una mujer enojado con todos y contra Dios.
Querida amiga que eres madre, es importante que, con la ayuda de Dios, entendamos lo siguiente:
- Los niños no son malos, aunque a veces hacen cosas incorrectas.
- Ayúdales a promover su independencia, al permitirles tomar algunas decisiones.
- Corrige con respeto, tomando en cuenta las necesidades individuales del hijo.
- El afecto demostrado en palabras, actos amorosos y gestos de atención provoca en el hijo el deseo de obedecer y colaborar.
- Deshazte del estrés excesivo, pasando tiempo con Dios en oración.