El poder del amor
“Quiero pues, que sepáis cuán grande lucha sostengo por vosotros, por los que están en Laodicea y por todos los que nunca han visto mi rostro” (Colosenses 2:1).
En el capítulo 2 de Colosenses, el apóstol Pablo hace una seria advertencia: Cuidado que alguien los engañe con argumentos falsos y persuasivos de falsos maestros. Y ¿qué engaños serían estos? Los engaños que llevan a la gente a vivir un cristianismo lejos de lo que Cristo enseñó.
Jesucristo debe ser el patrón según el cual los colosenses deben andar. Él es la raíz de donde deben extraer la savia y la nutrición. Él es la Roca viva, el Fundamento firme sobre el cual también los judíos y los gentiles edifican. Y ¿por qué Cristo es todo eso? Porque él es plenamente Dios, según Colosenses 2:9.
Por ser quien es, Cristo nos da vida. Él perdona nuestros pecados porque él pagó nuestras deudas del pecado.
En los versículos 16 a 18, Pablo vuelve a los falsos maestros, y advierte a los hermanos de Colosas: No dejen que los falsos maestros los lleven de vuelta a las ceremonias judías. Estas ceremonias, que incluían comida, bebida, y fiestas, ahora eran sombra de la plenitud de lo que Cristo había logrado con su muerte en nuestro favor.
Pablo decía que no tenía sentido volver a los rudimentos del judaísmo, porque la muerte de Cristo había eliminado todos los ceremoniales. Lo que quedaba eran los mandamientos morales. Además, los ceremoniales en nada ayudan en nuestra lucha contra las inclinaciones de la carne, nuestra naturaleza pecaminosa.
Se cuenta que Napoleón se encontraba mirando hacia el mar, mientras estaba cautivo en Santa Elena, donde murió en 1821. Allí le dijo a su fiel colaborador, el general Bertrand, lo siguiente: “Jesucristo no es hombre. Su nacimiento, la historia de su vida, la profundidad de su doctrina, su evangelio, su imperio, su marcha a través de los siglos, todo esto es una maravilla, un misterio inexplicable. Alejandro, César, Carlomagno y yo fundamos imperios basados en la fuerza y el poder. Solo Jesucristo fundó un imperio basado en el amor, y millones de personas estarían dispuestas a dar la vida por él”.
Napoleón tenía razón. Mientras los demás se movían por el amor al poder, Jesucristo se movió por el poder del amor. Solo Cristo puede realizar una conquista de tal manera
¿Qué mueve tu vida? ¿El amor al poder o el poder del amor?