Los sellos de la meritocracia
“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efe. 2:8, 9, NVI).
En sexto grado, una de las tareas más habituales era la de hacer monografías sobre algún tema. Cada vez que entregábamos algún trabajo bien hecho, la maestra nos ponía un sello grande con un pulgar levantado que decía: “Buenísimo”. Por alguna razón, me hice adicta a esos sellos. Quería obtener todos los que pudiera y me esforzaba por ganar puntos extra. Recuerdo que una vez hice una muy extensa sobre las Olimpíadas y me puso dieciocho sellos. Fue un momento de una gran victoria y recompensa al esfuerzo.
¡Pero qué peligroso es esto! Vivimos en un mundo de recompensas con base en el esfuerzo, de valoración únicamente por logros, de “felicidad” asociada al éxito personal. Y la salvación es tan diferente…
Quizás en tu infancia te acostumbraste a recibir cariño o aprobación de los mayores únicamente cuando hacías las cosas bien. Quizás estás acostumbrado a pensar que Dios te ama solo cuando hay avances o resultados positivos, o que sus bendiciones se alcanzan de alguna forma al haber aprobado ciertos niveles o al demostrar ser mejor que otros. Pero no es así.
Lutero luchó por mostrar esta verdad bíblica que había quedado tan escondida, inaccesible y olvidada.
Seremos juzgados por ellas, es cierto. Pero son solo la reacción a la acción de la fe.
“La vida eterna es un regalo infinito. Esto la coloca fuera de la posibilidad de que nosotros la ganemos, porque es infinita. […] Como regalo, tiene que ser recibida por fe, y a Dios debe ofrecerse la gratitud y la alabanza. […] Si hacemos la voluntad de Dios podemos aceptar grandes bendiciones como un don gratuito del Señor, pero no porque haya mérito alguno en nosotros […]. Hagan la obra de Cristo y honrarán a Dios, y saldrán más que vencedores por medio del Ser que nos ha amado y ha dado su vida por nosotros para que pudiéramos tener vida y salvación en Jesucristo” (Fe y obras, p. 27).
¿Con qué “sellos” estás luchando hoy? Ora con fe y déjalo actuar. El resto vendrá.