Los hombres también lloran – II
“Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien” (Heb. 10:24).
El cerebro del hombre y el de la mujer procesan en forma diferente las emociones. Así de simple. Frente a la emotividad, los varones optan por el silencio y el retraimiento, mientras que las mujeres anhelamos hablar y decir cómo nos sentimos. Aunque las emociones sean similares, las respuestas emocionales son diferentes.
Cuando un varón sufre, tal vez no llore, contrariamente a lo que hacemos las damas; pero, obviamente, eso no quiere decir que no esté sufriendo o que le duela menos. Él puede encerrarse en una burbuja de silencio, con la única intención de encontrar respuesta a su dolor; discute consigo mismo usando como método la racionalización. Puede parecer ausente e indiferente a simple vista; pero no es eso realmente lo que está pasando. Lo que está pasando es que está sufriendo y, como dicen algunos psicólogos, se ha retraído en “su cueva”.
Estas frases obviamente agrandan la incertidumbre del varón, lo hacen sentirse todavía menos comprendido y tiende a alejarse aún más. A veces recurren a ver un juego de pelota, leer el periódico e incluso a trabajar horas extra como mecanismos de defensa para evadir una realidad que no pueden manejar.
Desde su rol de proveedor, el hombre ama generando bienes materiales para su familia. A veces esto lo hace ajeno a demostraciones de amor como los abrazos, las caricias o los elogios, sin embargo, su naturaleza no le impide dar amor romántico. Está equipado por Dios para darlo y lo hará en la medida en que sea estimulado a hacerlo.
Las damas podemos ser maestras en el arte de dar amor. A veces los hombres conviven con mujeres que los vuelven fríos. Sigamos las recomendaciones del poema anónimo:
“Mujeres duras, necesitamos ser delicadas.
Mujeres groseras, necesitamos ser amables.
Mujeres rudas, necesitamos ser refinadas.
Mujeres frías, necesitamos desarrollar calidez”.
Hoy es un gran día para reflexionar sobre nuestra actitud hacia los hombres de nuestra vida.