El auge y la caída de Jeroboam – parte 1
“También Jeroboam, hijo de Nabat, se rebeló contra el rey” (1 Rey. 11:26).
“Saludos, Jeroboam, hijo de Nabat”.
La mirada fija y penetrante del profeta detuvo al ambicioso joven funcionario del rey en su camino a las afueras de Jerusalén. Jeroboam era un hombre fiel y de acción, comisionado por el rey Salomón para supervisar los trabajos de construcción en Jerusalén. El hombre que lo saludaba, a su entender, era el profeta Ahías. ¿Qué podría un hombre como Ahías querer con él?
Ahías dio un paso al frente y, de repente, comenzó a rasgar en doce pedazos la capa que llevaba. Entregándole diez pedazos a Jeroboam, le dijo: “Esa es la cantidad de tribus que Dios te dará para gobernar”.
Jeroboam se quedó pasmado cuando Ahías señaló lo obvio: idolatría, corrupción, un rey y un pueblo que abandonaron a Dios. Por amor a David, ya fallecido, Dios permitiría que su nieto Roboam reinara en Jerusalén sobre las tribus de Judá y Benjamín, pero las otras diez tribus eran ahora entregadas en manos de Jeroboam. La condición era, por supuesto, que si Jeroboam quería la bendición de Dios, tendría que honrarlo en todo.
Al enterarse de sus intenciones como usurpador potencial del trono, Salomón trató de deshacerse de Jeroboam, así que este huyó a Egipto hasta que el rey murió. Pero cuando Roboam dio muestras de querer imponerle al pueblo un yugo más pesado que el de Salomón, diez tribus dijeron: “No, gracias; nos vamos de aquí”, y Jeroboam tomó el mando del nuevo reino de Israel.
“Esto significa guerra”, dedujo Roboam, así que reunió a sus tropas. Pero otro profeta llamado Semaías lo reprendió en nombre de Dios, y también a su gente, diciendo: “No luchen contra sus hermanos del pueblo de Israel. Dejen que todos regresen a sus casas, porque lo que sucedió es mi voluntad”. Y, en uno de esos raros momentos que contradicen todo pronóstico, eso fue lo que hicieron. Desde entonces, los reinos vivirían en una tensión que a menudo se convertiría en violencia, pero la devastación sería limitada.
Pero ahora que el reino había sido entregado en sus manos, Jeroboam comenzó a analizar y a preguntarse cómo podría mantener a su pueblo alejado de la casa de David si continuaban adorando en Jerusalén. Así que diseñó un plan basado exactamente en el mismo pecado original de los israelitas.
¿Por qué será que nos resulta más fácil hablar que actuar?
Continuará…