Salmo 1
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella” (Sal. 1:1, 2, NVI).
Estos versículos encierran muchísima riqueza y creo que, entre tantas cosas, nos dan una pauta de cómo leer los salmos.
Por mucho tiempo pensé que tenía que abstenerme completamente del contacto con los malvados, los pecadores o los blasfemos. Pensé que yo no era ninguna de esas cosas, y que la felicidad y seguridad podían encontrarse en esa lejanía. Al final, muchas veces se nos enseña eso: que todo lo del mundo es malo y peligroso, y nos tenemos que alejar completamente de él. Pero lo cierto es que estamos inmersos en el mundo. Lo cierto es que todos somos pecadores.
Lo cierto es que inevitablemente nos encontraremos con este tipo de personas, si es que no lo somos nosotros también. Entonces no es tanto cuestión de estar fuera del mundo, sino, como decía Jesús, que estemos guardados del mal (Juan 17:15).
Quizás oiremos consejo de malos, pero no lo sigamos. Quizá pasaremos por la senda de los pecadores, pero no nos detengamos. Quizá tendremos amistad con blasfemos, pero no la cultivemos. En contraste con todo esto, dediquémonos a deleitarnos en la ley de Dios y a meditar en ella día y noche. No a modo de reclusión y aislamiento total, sino como un ancla segura, una roca firme y nuestro verdadero sostén.
El árbol está a la intemperie. Ha pasado por tormentas, por indiferencias y descuidos. Ha dado mucho sin recibir nada; pero se mantiene erguido, busca dirigirse hacia arriba y nos recuerda constantemente que, a nuestro alrededor, hay algo más grande y duradero. El secreto es el deleite en la ley de Dios, es alimentarse y nutrirse del Agua de vida.
A su tiempo daremos fruto, nuestras hojas no se marchitarán y todo lo que hagamos prosperará.
Puedes deleitarte en el Señor hoy y escuchar esta canción en el CD Joven de 2017.