Derramemos luz
“Para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15).
Pablo ilustra el papel de la iglesia con cuatro figuras:
1-La casa. En los días de Pablo, las iglesias funcionaban en los hogares. Muchas casas, así como muchas vidas, eran el templo en el que Dios moraba. Donde esos creyentes adoraban al Dios vivo, se transformaba en la casa de Dios. En la casa viven las familias; en la casa de Dios vive la familia de Dios. La familia nos provee sustento. La iglesia no crece por adición sino por la nutrición de la Palabra. Después de una de sus grandes conquistas navales, el Almirante Nelson aseveró que tal victoria se debió a que pudo comandar “una banda de hermanos” (Barclay). La casa, la familia de Dios, nos hermana a todos.
2-La asamblea. En los días de Pablo, en Atenas se usaba esta palabra para referirse a la convocación de todos los ciudadanos. La iglesia es como una asamblea: todos los que están afuera son llamados y convocados; los que responden y se congregan son la asamblea, la iglesia de Dios. Hay muchas asambleas, pero la iglesia es la asamblea del Dios viviente.
3-La columna. El gran templo de Diana tenía 127 columnas. Todas eran de mármol, adornadas con joyas y recubiertas de oro. Así como una columna está a la vista, se admira por su porte y sostiene el edificio, la verdad tiene que estar a la vista, ser contemplada, admirada, y sostener el edificio de la iglesia. Las columnas unían el piso con el techo; la columna de la verdad une el Cielo con la Tierra.
4-El baluarte. Es una base, un sostén y un fundamento. Las personas, la iglesia, su conducta y su estilo de vida defienden la verdad. Como baluarte, la iglesia protege la verdad y la guarda, para que la verdad no tropiece. La mantiene en pie y en alto.
Elena de White claramente amonesta: “La iglesia de Cristo es la intermediaria elegida por Dios para salvar a los hombres. Su misión es llevar el evangelio al mundo. Esta obligación recae sobre todos los cristianos. Cada uno de nosotros, hasta donde lo permitan sus talentos y oportunidades, tiene que cumplir el mandato del Salvador. El amor de Cristo que nos ha sido revelado nos hace deudores de cuantos no lo conocen. Dios nos dio luz, no solo para nosotros, sino para que la derramemos sobre ellos” (El camino a Cristo, p. 81).