Un encuentro con la tradición
“¿Y por qué ustedes quebrantan el mandamiento de Dios a causa de la tradición?” (Mat. 15:3, NVI).
¿Tienen alguna tradición en tu familia? Recuerdo que, en la familia de una amiga, al terminar de almorzar, todos se deseaban un buen provecho y se daban un beso. En otra familia todos se daban las manos para orar. Las tradiciones son lindas; pero carecen de sentido cuando el principio que las origina se pone en juego. ¿Acaso tendría sentido que, después de almorzar, se saludaran si estuvieron gritándose todo el almuerzo o ni se hablaron? Probablemente, no. Porque el principio de la cercanía y del amor estaría violentado.
Lo mismo sucedía en los tiempos de Jesús, y corremos el peligro de que, en nuestra iglesia o en vida espiritual, nos pase lo mismo.
Hay religiones que le hacen más caso a la tradición que a la Biblia, pero nosotros deberíamos caracterizarnos por nunca preocuparnos más por una tradición que por un principio. Si ellos concuerdan, ¡buenísimo! Sino, es hora de replantearnos las cosas. Este es un ejercicio que debemos hacer continuamente, porque no vivimos vidas estáticas, ni siquiera en nuestra relación con Dios y los demás.
Uno de los peligros de que este orden se altere es ponerle límites a la obra de Dios solo por haber caído en formalismos o costumbres.
Es lo que le pasó a Marta. Dios quería hacer algo sobrenatural, ir en contra de lo ordinario o esperado y romper con la tradición de no remover las piedras de las tumbas. Marta quiso advertirle que la “tradición” mostraba que ese proceder no era el adecuado. ¿Y si Jesús le hubiera hecho caso? ¿Acaso Marta no hubiera sido una de las más perjudicadas?
“Siempre que el mensaje de la verdad llega a las almas con poder especial, Satanás excita a sus agentes para que provoquen alguna disputa referente a alguna cuestión de menor importancia. Así trata de distraer la atención de la cuestión verdadera. Siempre que se inicia una buena obra, hay maquinadores listos para entrar en disputa sobre cuestiones de forma o tecnicismos, para apartar la mente de las realidades vivas. Cuando es evidente que Dios está por obrar de una manera especial en favor de su pueblo, este no debe dejarse arrastrar a una controversia que ocasionará tan solo la ruina de las almas” (El Deseado de todas las gentes, p. 361).
Hoy revisemos sobre qué estamos apoyando nuestro accionar. Dios nos dará claridad al respecto.
