La florcita, ¿muerta?
“Día y noche, sea que él esté dormido o despierto, la semilla brota y crece, pero él no entiende cómo sucede” (Mar. 4:27, NTV).
–Papi, mira. Esa florcita está muerta –dijo la pequeña mientras interrumpía su caminata justo enfrente de mi ventana.
–No, hijita. No está muerta. Ahora va a servir de alimento al suelo, a los pajaritos y a las hormiguitas –explicó el papá y siguieron caminando.
He escuchado muchas conversaciones chistosas desde mi ventana. No lo hago con la intención de entrometerme; simplemente escucho los retazos de conversación, silbidos u otras expresiones que se dan en esos segundos que la gente pasa. Y a veces me han sorprendido pensamientos profundos como este.
Recientemente, leí que los incendios son necesarios para mantener la biodiversidad en el planeta. Ayudan a la regulación del ciclo de carbono, a mantener los niveles de oxígeno adecuado en la atmósfera, a dispersar algunas semillas, a desarrollar corazas naturales en algunos árboles y a adaptar algunas especies a estos “desastres”. Algunas plantas germinan recién después de un incendio y otras se activan como respuesta al humo.
Por supuesto que, con este concepto, no podemos excusar nuestra mala conducta y los cambios climáticos que hemos desatado en la naturaleza al no cuidarla y abusar de ella. Muchos de estos incendios se están dando de forma desequilibrada hoy, tanto como consecuencia de nuestro maltrato como por ser nosotros quienes los iniciamos con diferentes fines no beneficiosos; pero la lección que se esconde detrás de la naturaleza puede enseñarnos algo hoy.
Hay personas que están listas para germinar, que llevan escondida en su corazón la semilla que algún día fue plantada. Están a la espera de que el incendio del Espíritu Santo las haga brotar. Para esto, Dios puede usarnos en su obra como intermediarios, para no solo esperar sino apresurar la venida de Jesús.
Además, recuerda que en tu vida algunas cosas también deben caer o morir para que haya más vida, regeneración o multiplicación.
Dios tiene mucho para hacer con sus “semillas” y la parábola del sembrador, que tantas preguntas suscitó en los discípulos, también puede ser una parábola que estudiemos con más detenimiento hoy.