Círculos concéntricos
“Sopla el viento hacia el sur, y gira luego hacia el norte. ¡Gira y gira el viento! ¡Gira y vuelve a girar!” (Ecl. 1:6).
He aquí una pregunta interesante: si en el universo todo ocurre de manera natural y espontánea, ¿por qué vemos tantos patrones? Si alguna vez has visto el modelo de un átomo, quizá has notado que los electrones orbitan alrededor de los protones de la misma forma en que los planetas orbitan alrededor del Sol. Los electrones incluso actúan de manera similar. Por ejemplo, cuando un planeta o un electrón se acercan al centro de sus respectivos núcleos, se aceleran. Pero, aunque ambas entidades siguen patrones similares, la ciencia tras ellas difiere. Los planetas obedecen a leyes de masa y gravedad, mientras que los átomos interactúan entre sí en función de sus respectivas fuerzas. Sin embargo, el patrón que resulta es el mismo: un objeto orbitando a otro.
Las mareas del océano bajan, suben y fluyen constantemente, y todo el proceso parece estar organizado en ciclos. Como dice Eclesiastés, hasta los vientos deben seguir sus circuitos respectivos. Existen ciclos establecidos para los seres vivos y para la cadena alimentaria: un tiempo para vivir y un tiempo para morir, por decirlo de alguna manera.
En nuestra realidad todo tiene un diseño coherente, porque nuestra realidad salió de las manos de un Creador coherente.
Uno de los rasgos que define nuestro cerebro es la capacidad de discernir patrones. De hecho, nuestro cerebro es tan experto en encontrar patrones, que podemos ver significado en cosas totalmente abstractas. Cualquier escéptico podría decir que todas estas coincidencias entre las mareas y la vida, entre los átomos y los sistemas planetarios, son eso, coincidencias. Así como las nubes no tienen un significado tangible, el cerebro puede convertir esos cúmulos en el cielo en un conejito o un corazón. Tal vez la razón por la que tu mente hace eso es porque Dios está tratando de decirte algo. Una de las principales vías en las que Dios se pone en contacto contigo es a través de la naturaleza.
La naturaleza no se limita a disfrutar un día de campo o a las erupciones cutáneas que te produce la hiedra venenosa. La naturaleza abarca todo el mundo a tu alrededor, desde la composición molecular del libro que tienes en la mano hasta los cometas que pasan rozando a Saturno. Es posible que todos esos patrones sorprendentemente comunes no sean más que autógrafos de un Dios que quiere que sepas que él es el Director de un espectáculo hermosamente ordenado.
BP