Soltar
“Su hermana María se sentó a los pies del Señor a escuchar sus enseñanzas” (Luc. 10:39, NTV).
Admitámoslo: nos gusta sentirnos indispensables. Soltar nos cuesta mucho más que hacer malabarismos con diez antorchas encendidas mientras pedaleamos en una diminuta bicicleta roja sobre una cuerda floja. Si eres madre, es probable que soltar te cueste aún más. En su libro Mamá sustentable, Sonia Castro cuenta su experiencia como mamá de una niña con una grave discapacidad. Su hija, Rocío, tiene parálisis cerebral. Durante siete años, Sonia cuidó de Rocío las 24 horas, los siete días de la semana, hasta que su salud no pudo resistirlo más. Entonces, tomó la difícil decisión de cambiar su vida.
En su libro, Sonia comenta cuán culpable y egoísta se sentía al principio. Sin embargo, con el tiempo, comprendió que delegar algunas tareas y dejar otras sin hacer no era un lujo, sino una absoluta necesidad. Sonia escribe: “Nuestros hijos no necesitan supermamás, ¡necesitan mamás felices! Es hora de que ser mamá no sea sinónimo de postergación y cansancio”.
Creo que todas las mujeres tenemos que aprender a soltar más, no solo las madres o las madres de niños con necesidades especiales. Debemos devolverle a la Mujer Maravilla su escudo y sus brazaletes y comenzar a aceptar nuestras limitaciones. Una de mis mejores amigas es esposa, madre, y además tiene un trabajo de medio tiempo. Muchas veces, para poder encontrarse conmigo a charlar debe dejar algunas cosas sin hacer. Admiro su capacidad para priorizarse y honrar sus necesidades. Ella deja los platos sin lavar, o la ropa sin doblar (porque todo eso realmente puede esperar), y viene a visitarme. Ella comprende que para continuar siendo la bellísima mujer, esposa y madre que es, debe honrar sus límites.
Muchas veces, la historia de María y Marta nos ofende. Marta está ocupada trabajando, siendo una superanfitriona, y sin embargo, Jesús la reta (Luc. 10:41, 42). ¿Cómo puede ser que María, que no hizo nada, se lleve los laureles? En realidad, María hizo algo increíble: poniendo a un lado el “qué dirán”, el estrés y las expectativas de los demás, honró su necesidad de pasar tiempo con Jesús. Aceptando que no podía siempre ser la que daba, y que también necesitaba recibir, se sentó a los pies del Maestro. Señor, ayúdame a soltar las expectativas irrealistas que tengo con respecto a mis fuerzas y habilidades.
Quiero aceptar mis límites, honrar mis necesidades y aprender a pedir ayuda. Confieso que no soy indispensable ni indestructible. Pero si cuido mi salud, podré continuar siendo una bendición para muchas personas, por mucho más tiempo.
Amén