“¡Estoy harto de religión!”
“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (1 Juan 4:12).
Josh era apenas un joven, pero anhelaba saber qué significado tenía la vida. Trató de encontrar respuestas en la iglesia del pueblo donde creció, en una zona rural de Míchigan, pero el intento resultó en vano. Entonces, las buscó en la universidad donde se había inscrito para estudiar Derecho. Este es un ambiente académico. Aquí debería encontrar respuestas a mis inquietudes, pensó. Un día, mientras caminaba por la universidad, Josh vio a un estudiante que llevaba puesta una camiseta que decía: “No me sigas. Estoy perdido”. Para Josh, ese mensaje ilustraba exactamente lo que estaba ocurriendo en esa institución. Nadie sabía hacia dónde iba. Lo peor es que él tampoco lo sabía. Entonces sucedió algo que para siempre cambiaría su vida. Conoció a un grupo de ocho estudiantes y dos profesores que se reunían para estudiar temas de interés. Le llamó la atención que esta gente se veía diferente de los demás. Entonces resolvió asistir a sus reuniones. Al cabo de dos semanas, mientras discutían varios asuntos, la conversación abordó el tema de la religión. Esto era lo menos que Josh quería escuchar. Así que, adoptó una postura hostil. Entre otras cosas, dijo en tono sarcástico que el cristianismo no es para intelectuales. Como nadie le respondió, entonces Josh se dirigió a una joven del grupo.
–Tú, dime. ¿Qué cambió tu vida?
–Jesucristo –dijo ella, mirando a Josh directamente a los ojos.
–¡Por favor! –replicó Josh–. No me hables de eso. ¡Estoy harto de religión!
–No dije “religión” –respondió la muchacha–. Dije: “Jesucristo”.
Sorprendido por la respuesta de la joven, Josh se disculpó y explicó el porqué de su actitud hacia la religión. En respuesta, los miembros del grupo le propusieron un desafío: examinar de manera objetiva la afirmación bíblica de que Jesucristo es el Hijo de Dios. Gustosamente Josh aceptó el reto, con el objeto de demostrar que tal afirmación era falsa.
¿Cuál fue el resultado? Mientras examinaba las evidencias, Josh se sintió atraído hacia Jesús. “No fue la evidencia histórica”, escribió él, “lo que me atrajo hacia Jesucristo. Fue su amor; un amor que yo ya había visto manifestado en la vida de un grupo de cristianos” (Beyond Belief to Convictions, p. 40).
No fue la evidencia histórica, ni tampoco las doctrinas, lo que impactó la vida de Josh McDowell. Fue el amor de Cristo manifestado en la vida de un grupo de creyentes. ¡Tremendo desafío el que tenemos tú y yo!
Santo Espíritu, mora hoy en mi corazón. Solo así podré esparcir el amor de Cristo a mi alrededor.